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León

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|||| Cuentan que antiguamente los romeros que venían a La Virgen del Camino por san Froilán compraban avellanas, de ahí el llamarles perdones, para regalárselos a sus novias y que estas les perdonaran el haberlas abandonado durante una jornada festiva. Una jornada que para los que vivían más alejados eran dos o tres, porque el transporte en carro no funcionaba como el AVE, ni mucho menos. Hoy nadie sabe porqué se compran las avellanas, que ya no son de las riberas de nuestros ríos, sino de lejanas tierras, incluso de la mítica California. Como nadie sabe por qué se acaricia la nariz del san Froilán que preside una de las puertas de bronce del Santuario. Dicen que es una tradición, pero una tradición contemporánea, pues el nuevo Santuario no ha llegado aún a cumplir los cincuenta años de existencia y lo de sacarle brillo al apéndice nasal del santo es muy posterior. Pero así se fabrican las tradiciones y así se mantienen. Los fieles que asisten a la gran feria de la Virgen del Camino comprarán su paquetito de perdones, sobaran la nariz del santo que cada vez brillará con más intensidad, se rendirán a los pies de la milagrosa patrona y disfrutarán del fuerte aroma de las morcillas y chorizos en una de las fiestas más populares del norte de España.