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Publicado por
León

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Desafortunadamente, el corcho es de esos elementos que sólo apreciamos cuando nos dan problemas. Si ha funcionado correctamente, no le damos mayor importancia, si ha fallado nos ha arruinado el vino. Para el bodeguero, el problema es que además un mal corcho no depende de él. Pero es que ni siquiera depende del productor del corcho. Aunque el corcho se conoce desde tiempos remotos, no se utilizó para la elaboración de tapones hasta el siglo XVII. La leyenda dice que dom Pierre Perignon inventó el champagne por casualidad y de paso fue el primero en utilizar el corcho para tapar una botella. Así, este famoso monje habría hecho dos grandes favores a la humanidad. Leyenda o no, la verdad es que el tapón de corcho fue una invención decisiva, no solo por lo que significó en el aspecto enológico, sino también por la comodidad y posibilidades que ofrecía. Antes, solían utilizarse trozos de madera recubiertos de estopa o tapones de cristal, fijados con polvo de esmeril y aceite. En cualquiera de los dos casos, el taponado no era perfectamente estanco, por lo que este procedimiento sólo garantizaba la conservación del vino durante unos pocos meses. Puede parecer rudimentario, pero piensen que en la antigüedad se extendían aceites en la superficie de las ánforas para preservar al vino del contacto con el aire e incluso, se mezclaba el propio vino con agua de mar o miel para garantizar su conservación. Si con todos los avances del último siglo no se ha conseguido sustituirlo es porque no existe material alguno que sea tan efectivo en el embotellado y esto se debe a su original estructura. Así se explican sus características mecánicas: elasticidad, impermeabilidad y flexibilidad. De hecho, es prácticamente imposible deformar un corcho permanentemente. Pero el corcho es caro: un buen corcho puede costar hasta un euro. Si alguna vez topan con un vino con olor a corcho, harán un favor diciéndoselo al bodeguero, que además seguro que les repone la botella encantado. A pesar de todos los esfuerzos sigue sin existir un método fiable que garantice la ausencia de TCA en un corcho. El problema es su heterogeneidad: en una misma plancha una zona puede estar afectada y otra zona no. Imposible garantizar la sanidad del corcho. De ahí la aparición de otras formas de taponado: el tapón de rosca y los tapones sintéticos amenazan la supremacía del corcho. Por supuesto, todos tienen sus ventajas y sus inconvenientes; pero igual que no existe un material que iguale a un buen corcho, hay muchos materiales que son mejores que un mal corcho. Curiosamente, el mayor inconveniente para este cambio de hábitos está en el mercado y es el rechazo del consumidor tradicional. Pero algo está cambiando. Veremos qué.

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