Las niñas ya no quieren ser princesas, desean ser militares
|||| A las primeras convocatorias de las Fuerzas Armadas españolas abiertas para la mujer se presentaron 31 candidatas. Sólo seis lograron ingresar. Según el Observatorio de la Mujer, creado por el Ministerio de Defensa, hoy son ya 15.400 mujeres las que forman parte de los ejércitos españoles. Esto supone colocar a España en el segundo país con mayor presencia femenina de las grandes potencias de nuestro entorno europeo por delante de Reino Unido, Alemania e Italia, y sólo por detrás de Francia. La experiencia demostrada por ellas contradice a los detractores que vaticinaron un fracaso en su incorporación por aquello de la exigencia -demasiado duro- o de las consecuencias -demasiados cambios-. Antes eran pocas las mujeres que buscaban su futuro en el ejército. Y si se le pregunta a una chica de 18 años que va a entrar en la Universidad si su destino es el Ejército muchas como Lara, una recién licenciada, dirían que «ni loca. Y además nunca me lo había planteado». Muchas lo eligen porque ven en él más que una salida profesional, es el «sueño» de muchos españoles: trabajar para el Estado. Aunque sí es verdad que para otras su futuro nada más terminar los estudios está claro: enfundarse un traje de camuflaje. El primer contacto La variedad de especialidades que presenta las Fuerzas Armadas hacen de una joven inexperta y con los estudios mínimos una persona con todo por delante para madurar. Para muchas mujeres la vocación nace con el primer contacto. Tras la instrucción, el día a día en el cuartel y los testimonios de los más veteranos hacen crecer en las más jóvenes las ganas de aprender y superarse en su trabajo, conseguir el éxito por méritos propios, y contribuir con su trabajo al desarrollo de un Estado de Bienestar. Pensar en una institución tan conservadora como una puerta abierta a la igualdad hace que cada vez sean más las mujeres que se replantean la posibilidad de entrar en el Ejército y vestirse al igual que sus compañeros varones. Nada de faldas ni uniformes que diferencien una mujer de un hombre. Jugar a ser soldado Desde pequeñas las niñas no paran de pensar en las princesas, sueñan con tener los mismos vestidos y en encontrar a un príncipe azul. Pero cuando van creciendo y se dan cuenta de la realidad de su país, algunas ven en las mujeres de las Fuerzas Armadas su principal objetivo. Quizás todos los cambios que ha sufrido la sociedad y la ventajosa posición de un miembro del Ejército harán que en pocos años, ya desde pequeñas, las niñas empiecen a jugar a ser soldado.