Diario de León

Con mucho cariño desde «Base España»

Los soldados de la base militar leonesa Conde de Gazola, en El Ferral, llevan desde el 2003 la ayuda humanitaria a países como Kosovo en forma de misiones de paz. Su cometido es asegurar la libertad y, a cambio, se llevan una experiencia inolvi

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TANIA GRAJAL | texto
León

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Hace un mes aproximadamente que regresó a Ferral el contingente desplegado en Kosovo procedente de la Base Militar Conde de Gazola. Esto contado en el año 2008 no suena a nuevo ni a noticia. Pero no hace mucho tiempo, menos de veinte años, que el Ejército está desempeñando a nivel internacional las llamadas misiones de paz. Muchos dudan de ese término porque no se creen que un militar, entrenado para defender la «patria» y poseedor de un arma, pueda estar en regiones tan conflictivas como Afganistán o el Líbano para establecer la paz en el país. Hasta hace poco la palabra ejército se relacionaba con la guerra. Y es que es normal si se tiene en cuenta que desde casa las únicas imágenes que se ven de un soldado son las que enseñan la televisión o los periódicos: militares en una guerra. Pero la situación de esta antigua y conservadora institución está cambiando. Ahora casi todas las personas tienen un familiar, un amigo, o algún conocido, que trabaja para esta «empresa del Estado». Antes eran las batallas de la mili las que se contaban en el bar. Ahora las conversaciones a pie de barra entre compañeros de cuartel contando su día a día, forman parte de la rutina de la sociedad. Aunque el uniforme no es el habitual traje con corbata o mono de los trabajadores que colorean los tan frecuentados bares españoles. Para muchos es inevitable sentir escalofríos cuando se ven esos trajes de camuflaje que recuerdan tanto a esas guerras injustificadas y sangrientas que se cobran la vida de muchos civiles inocentes. Lo que está bien claro es que cada vez son más los jóvenes que ven en el Ejército una profesión de futuro, aunque no por ir a una guerra ni mucho menos. Entre ellos están los que quieren defender un país o los que ven en ese trabajo su verdadera vocación. Normalización de la profesión El número de efectivos en las Fuerzas Armadas va en aumento con el paso de los años, una decisión que ha hecho indiscutible la normalización de ese trabajo entre la sociedad. Los propios soldados cuentan que el ingreso en el mismo «ya no es como al principio, cada año se va complicando más, porque cada vez hay más gente que quiere entrar». Para ello, hacen falta tres meses de instrucción fuera de casa, pasados los cuales el militar llega a su destino, donde se le garantiza un sueldo. Al hablar de cambios en el Ejército es ineludible hacer referencia a los 20 años de la mujer en las Fuerzas Armadas (FAS). En 1988, sólo era una mujer la que formaba parte del Ejército español, pero ahora, en el 2008 el porcentaje de mujeres en las FAS respecto a los hombres (87,7% 70.531 profesionales), es de 12,3%, 9.769. Esta proporción va en aumento ahora que las féminas están consideradas y remuneradas económicamente como el resto de sus compañeros varones. En esa misma época, en 1989, España incorpora otro novedad a su ejército: participar oficialmente en las Operaciones de Paz de Naciones Unidas. En conjunto, desde el año 1989, los españoles han participado en 52 operaciones de paz y misiones de ayuda humanitaria, y cerca de 72.000 militares de los tres Ejércitos las han hecho posibles en cuatro continentes. Concretamente, en una de las dos bases del ejército de tierra que se ubican en la provincia de León, la de Conde de Gazola en Ferral del Bernesga, el Mando de Artillería de Campaña realizó su primer despliegue como unidad en el año 2003. Lo hizo en la ciudad de Mostar, en Bosnia-Herzegovina. Uno de sus principales cometidos eran las patrullas y los controles necesarios para garantizar la estabilidad en la zona. Voluntarios para las misiones A pesar del riesgo que conlleva participar en esas misiones, el número de soldados que se apuntan voluntariamente es tan importante que son muchos los que se quedan esperando a la siguiente convocatoria. «Salen las listas y la gente va cómo loca a apuntarse», asegura la soldado García, de la base de Ferral. Pero la recompensa, no tanto económica, sino profesional y personal, cubre de lleno el desgaste sufrido en la operación. Ni los frecuentes ataques de Afganistán ni la situación política de Kosovo, o la inseguridad de Líbano, frenan las ganas de ayudar a los militares. Actualmente los españoles llevan a cabo misiones con unidades en Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Afganistán, y el Líbano. El Congreso de Seguridad de Naciones Unidas, del 10 de junio de 1999, autorizó el despliegue de una fuerza multinacional liderada por la Otan para contribuir al proceso de consolidación de la paz y la estabilidad en Kosovo. Proporcionar seguridad Su cometido es asegurar «la libertad de movimiento de las etnias, proporcionar seguridad a las minorías, mantener un ambiente de seguridad dentro de su zona de responsabilidad, proteger los bienes patrimoniales, reconstruir infraestructuras y mantener contactos con las autoridades civiles, religiosas, oenegés y población civil». Todo lo descrito en las líneas anteriores responde la descripción que el Ministerio de Defensa hace en su página web de la misión KFOR en Kosovo. Pero el día a día de lo que sucede allí sólo lo saben los soldados que cada mañana se levantan pensando en la seguridad de ese país. Tanto o más como el suyo propio. Quizás eso se deba a la debilidad política y social que sufre la población, y que para quien esta subido en un BMR, erradicar esa lacra es lo primero. Pero lo mismo que sucede en este país nos lo encontramos en Bosnia que, tras la guerra, una de las misiones principales de las unidades desplegadas en la región es finalizar el desminado. Y de forma más general favorecer un progresivo acercamiento e integración del país en Europa. Los profesionales que eligieron en su día viajar miles de kilómetros para participar en las misiones de paz que el cuartel de Ferral lleva a cabo, se sienten de sobra recompensados. A la gratitud de los ciudadanos de esos países, la experiencia y las emociones, se suma la importante remuneración económica suficientemente justificada, «allí a los españoles nos tienen mucho cariño, es increíble como nos tratan a pesar de ser miembros de un ejército. Pero ellos nos ven como unos guardianes, porque estando nosotros allí no temen por su seguridad», asegura un soldado. Por su parte, la teniente Bilbao, de la misma base de Ferral, que participó el pasado año en una misión en Kosovo, asegura que los ciudadanos kosovares se sienten muy a gusto con ellos. «Nosotros nos encargamos de organizar toda la ayuda humanitaria que llega al cuartel, para después entregársela a la gente. Esta ayuda siempre viaja en las misiones de paz» asegura la teniente Bilbao, quien se encargaba dentro de «Base España» de organizar todo el material que entraba. El aprendizaje de la población Desde el comienzo de la presencia española en el país, se puso en marcha el Programa Cervantes para el aprendizaje del castellano por los kosovares. La teniente Prieto, también de la base de Ferral, participó este año en el programa. «Dábamos clase a un grupo de 35 niños de entre 8 y 12 años. Aparte del castellano, les enseñábamos algo de medicina, de higiene... Y también les entregamos el material escolar necesario». Además del contacto que se tenía con las autoridades de la ciudad y de la región, en la base trabajaba también población civil. «Hay muchísima gente que quiere entrar a trabajar a la base porque es un trabajo que está muy bien pagado. Ellos se encuentran muy a gusto con nosotros y nosotros con ellos» confiesa la teniente. Los españoles, entre ellos los de la base leonesa, han construido carreteras, paradas de autobuses, incluso han reconstruido alguna casa. Este año, durante la estancia de la teniente Prieto en Istok, se inauguró un aula de informática equipada con quince ordenadores. En el Valle de Osojane Los últimos soldados que han estado en Kosovo este año han pasado cuatro meses en el Valle de Osojane y en «Base España» en Istok. Marcharon conjuntamente con el batallón de las Islas Baleares, para llegar a la «Base España» en Istok. Región al norte de Kosovo dónde actuaron en una zona de 470 kilómetros. Concretamente los militares de la base leonesa, entre 70 y 80 efectivos, se concentraron el Valle de Osojane, un pequeño pueblo en el que se encuentra un asentamiento serbio protegido por estas fuerzas españolas de KAFOR. Antes de la guerra aquí vivían 2.000 personas que huyeron en su totalidad en 1999. «Nosotros somos un apoyo para la KPS (la policía de Kosovo). Hacemos controles de carretera sobre todo para evitar la tala ilegal, que allí es como una mafia». Sus bienes se «perdieron» a manos de la venganza albanesa. Fue el primer pueblo serbio donde los refugiados pudieron y decidieron volver. Ahora los que decidieron retornar subsisten con un déficit abrumador de esperanza. «Lo primordial de nuestra presencia allí es evitar los enfrentamientos, sobre todo por asuntos de tierras, entre los serbios y los albaneses. Aunque con los soldados, según aseguran las tenientes al unísono, nunca han tenido ningún problema. «Nadie vuelve con el recuerdo de una experiencia negativa». La mayoría de los soldados que van de misión vuelven con la idea de repetir.

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