Fiesta «rave»: ocio barato y «buen rollo» al filo de la ley
Un monasterio en ruinas, túneles, naves o playas, una mesa de sonido y ganas de divertirse, esos son los ingredientes
Envueltas en la magia de la clandestinidad las fiestas «rave», para disgusto de sus seguidores, han crecido en los últimos años. Organizadas por colectivos de deejays (pinchadiscos) aficionados a ese tipo de música, para los más puristas una «rave» debe ser gratuita, sin horarios, se debe permitir la entrada de bebida, y conseguir un ambiente familiar, entendido en el sentido de reunir a gente amiga, del mismo grupo. Y por lo tanto sin ánimo de lucro. Lo ideal es que concentren 100 ó 200 personas, de entre 18 y 30 años, aunque últimamente, se lamenta Alberto, de 21 años y asiduo a estas reuniones desde hace cuatro años, «están muy masificadas». «En Madrid -dice- hay unos 20 colectivos que se dedican a esto, y cada fin de semana puede haber tres o cuatro fiestas» en la capital. Y ello porque «Internet ha dado alas a las rave, que siempre se habían convocado por el boca-oreja, por sms o por e-mail», explica a Efe Juan Antonio Diaz, director de la web «www.Cultura-Rave.com», dedicada a la música electrónica. Aunque la auténtica «rave» se organiza sin ánimo de hacer negocio, mucha gente -explica- han visto en ellas «la gallina de los huevos de oro», por lo que comenzaron a montarse fiestas clandestinas, en las que se cobraba entrada, se instalaban barras e, incluso, había seguridad. «Y esto -asegura Juan Antonio Díaz- es llevar la ilegalidad de la rave al extremo, y por lo que muchos de estos colectivos han tenido que pagar multas de hasta 30.000 euros». Otras, las que simplemente ofrecen música en mitad del campo, han sido sancionadas con 300 euros, por contaminación acústica o impacto medioambiental. «La diferencia entre unas y otras es considerable», afirma Díaz. Competencia desleal Durante el pasado verano, las fuerzas de seguridad tuvieron que intervenir en alguna. En julio, en Llagostera (Girona), los Mossos d'Esquadra desmantelaron una «rave» en la que participaban unas 500 personas, por carecer de permisos, mientras que el pasado mes de septiembre la policía local de Alaior (Menorca) impidió otra que se celebraba en un Area Natural de Especial Interés. Para Pedro Vidal, presidente de la Federación Española de Bares, Restaurantes y Discotecas, se trata de un caso claro de «competencia desleal». «Sin licencias, no se puede hacer ninguna actividad de ese tipo. La ley -asegura- protege al industrial que paga impuestos, seguros sociales y crea empleo». No es delito pero si una infracción administrativa que está sancionada por las legislaciones autonómicas. Por ejemplo, en Baleares, una infracción leve conlleva una multa de entre 600 a 6.000 euros; graves de entre 6.000 a 60.000 y muy graves de entre 60.000 a 600.000, explica Pedro Vidal. Juan Antonio Díaz, conocedor de este mundo festivo que empezó a cuajar a principios de los años 90 en los alrededores de Londres, explica que algunas pueden ser legales. «Si se alquila una nave abandonada o una finca, se monta una cabina y un buen equipo de sonido, te aseguras de no molestar a los vecinos, dejas todo limpio, no cobras entrada ni vendes bebida no se incumple ninguna ley, simplemente es una gran fiesta», argumenta Díaz. Lo normal -explica Alberto- es hacerlas en el campo y permitir la entrada de bebidas, aunque se monte una pequeña barra para al menos financiar el alquiler de los equipos, que dependiendo de los vatios está entre 250 y 400 euros. Ni broncas, ni violencia Pero lo más importante para Alberto es que «aunque ahora se ha perdido un poco el buen rollo general, la gente va a una rave con ganas de pasarlo pipa, de no fastidiar a nadie y eso se agradece un mogollón». «No hay broncas, ni violencia. En tres años, sólo he visto una pelea. En cualquier discoteca hay varias broncas en una noche», afirma. Y en contra de la leyenda que relaciona estrechamente las drogas con estas fiestas («rave» significa «delirio» en inglés), Alberto asegura que «circulan como en cualquier discoteca de Madrid, Barcelona o Ibiza». «Hay exactamente las mismas que en un festival o en un club«, la diferencia es que al no haber seguridad y una mayor libertad, »se consumen con menos discreción», aunque «te puedo asegurar que en el club más selecto se puede consumir más droga que en una rave», apunta Juan Antonio Díaz. Alberto confía en que la crisis no provoque un aumento de la asistencia a las «raves» por salir la noche más barata. «No quiero que ocurra por el bien de la esencia de las «raves»: un buen rollo a muerte». En esto coincide Juan Antonio Diaz, al señalar que uno de los atractivos de esta fiestas es «un público que sabe a lo que va: a divertirse». Por eso -insiste- nunca suele haber problemas, ni peleas. Y lo más importante, a su juicio, es la música. Están abiertas a cualquier estilo, y a veces depende de las zonas. Por ejemplo en Madrid -explica- suele sonar Tech House y Minimal, en Barcelona Hard Techno y en el sur Break Beat. «Los estilos que suenan huyen de lo comercial, suelen ser alternativos, y esto es un atractivo más, poder escuchar música que no se oye en los clubs», afirma Díaz. Los colectivos de deejays aficionados que las organizan, utilizan las «raves» como «escaparate» para desarrollar sesiones en directo con público presente. «Es una forma de promoción y, por supuesto, muchas se hacen por amor al arte», explica el director de Mundo Rave. Madrid, Barcelona y en verano en las zonas costeras, acogen la mayoría de las «raves», que cada vez son más habituales al abrigo de grandes festivales, como el Creamfields de Almería o el Viña Rock de Albacete, Sónar en Barcelona o Electrosonic en Burgos. «Después de un gran festival hay una gran «rave». Son una alternativa más barata y un sitio perfecto para continuar la fiesta cuando los festivales echan el cierre». Y la «rave» no tiene horario, puede durar unas horas o varios días. «Termina cuando se va la gente, cuando se cansa el pincha, cuando se termina la cerveza ...», dice Alberto. Y luego a recoger: «¡El último fin de semana nos felicitaron los del Selur (servicios de limpieza del Ayuntamiento de Madrid)!», concluye.