Comprar vino con manzanas, venderlo con queso Uva a uva
Este refrán explica muy bien las argucias del comercio del vino. Verán, antiguamente cuando se iba a comprar el vino a la bodega, el productor daba a probar una muestra de vino del mismo barril de donde luego sacaba el vino comprado. Era difícil hacer trampa y cambiar el vino probado por otro de peor calidad porque el comprador seguía allí vigilando atentamente que en el último momento no le cambiaran el tonel. Pero esto no significa que el vendedor no intentara mejorar o, más correctamente, cambiar la percepción de la calidad de sus vinos. El vendedor acompañaba el trago de vino con una ración de queso curado. Así el sabor salado y la textura grasa del queso tapizaba la boca e impedía notar la acidez y la rugosidad de los vinos. El vino tinto con queso curado es riquísimo, pero no importa la calidad del vino con el que lo acompañemos. El queso es tan potente que enmascara todos los defectos y hasta las virtudes del vino. El caso es que el comprador quedaba encantado con la prueba, pero al llegar a su casa y volver a probar el vino, el resultado no era tan bueno. Le habían engañado. De este engaño proviene la expresión «que no te la den con queso». Pero, del mismo modo, el comprador tenía sus propias artimañas. Prueben a beber un vino tras haber comido una manzana un poco verde. El resultado es espantoso. El vino parece ácido y aguado, el amargor se multiplica y deja una impresión de aspereza muy desagradable. Comprar vino tras haber compartido una manzana con el productor era garantía de un precio más bajo. Aunque hoy no nos pasaría esto, hay una serie de consejos sencillos que pueden ayudarles a elegir el mejor vino. Igualmente hay otros consejos que seguro que alguna vez han escuchado y no valen para nada. Veamos. Comencemos por el origen. Hay quien piensa que un vino sólo por ser de Rioja, pongamos por caso, ya es bueno. La denominación de origen garantiza un origen y unos estándares, pero no garantiza que ese vino sea bueno o que nos vaya a gustar. De hecho hay denominaciones de origen mucho menos conocidas con vinos excelentes (y generalmente más económicos). Aún más, hay vinos sin denominación de origen, es decir, vinos de mesa fabulosos, cuyos productores mantienen unos patrones de calidad que ya los querrían para sí muchas denominaciones. Vayan a cualquier tienda especializada y seguro que les enseñan unos cuantos. Otro tema es la añada. En España, las denominaciones son tan grandes que es realmente difícil dar una clasificación zonal fiable. Siguiendo con el ejemplo de la Rioja: en mayo, puede haber una helada en la Rioja Alta que queme los brotes mientras que en Rioja Baja la noche fue suave; o en septiembre en Cenicero puede caer una granizada tremenda que destroce el viñedo y en Haro no caer ni una piedra de granizo. Eso sin contar con otros factores: por ejemplo la exposición Sur en un viñedo adelanta la maduración frente a una exposición norte. La altitud hace que en el Priorat las zonas bajas se vendimien hasta tres semanas antes que las altas. La topografía de la Ribera del Duero hace que el clima del valle no se parezca al de los páramos. Pero es que además, hay pocos consejos reguladores de denominaciones de origen que se atrevan a decir que una añada ha sido mala. Si miran el histórico de añadas de los últimos veinte años en España, se cuentan con los dedos de la mano cual de las 65 denominaciones ha calificado una añada como mala. Y las ha habido. Reconocerlo es comercialmente una ruina. Otra cosa, si compran añadas antiguas, cerciórense de que el vino ha estado conservado correctamente. Desconfíen de los vinos del escaparate y en un restaurante de las botellas del comedor, ya que esto es indicativo de cambios de temperatura, luz, vibraciones, en definitiva de todos los enemigos del vino juntos. Por último, si conocen algún experto de confianza déjense aconsejar. Está muy bien tener un vino favorito, pero es mucho mejor descubrir un buen vino nuevo, a ser posible, cada semana.