Diario de León

La cocina con la que sueñan los hambrientos de Corea del Norte

El «Pyongyang» es la joya de la cadena de restaurantes que el dictador norcoreano Kim Jong-il ha abierto en Camboya, para financiar su régimen sirviéndose de la comida con la que soñaría la población hambrienta de su país

JORDI CALVET

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El restaurante Pyongyang, decorado con algunas pinceladas de la cultura tradicional norcoreana, es un éxito desde que el régimen se aventuró a sacar provecho del capitalismo culinario más allá de sus herméticas fronteras. Inaugurado en 2003 como el que hay en Siem Reap, este restaurante de Kim Jong-il, caro en comparación con el resto de los que completan la oferta gastronómica de Phnom Penh, transfiere al régimen el dinero que gana, y trae de Corea del Norte a todo su personal, compuesto por jóvenes de familias bien conectadas con la cúpula estalinista. Huy, una joven de piel muy blanca deshabituada a caminar bajo el tórrido sol y que parece ruborizarse ante un extraño, forma parte del plantel de camareras y cocineros que vive casi tan aislado como lo está su país. «Están estrictamente controladas. Solo se mueven en grupo y cada grupo tiene su líder que, a la vez, es controlado por un superior», explicó un camboyano que aseguró ser un cliente asiduo. El «Pyongyang» permite descubrir algunas intimidades de la cocina norcoreana como los platos de fideos fríos, todo tipo de «tempuras» o el «kimchi», un preparado picante que se come con arroz o con una especie de empanadillas. Lo clientes comen en torno a las mesas de un salón que parece montado para grandes banquetes, decorado con cuadros pintados con colores chillones que reproducen escenarios naturales idealizados, entre estos uno que muestra a un tigre en un paraje de montañas nevadas. Pero a pesar del culto que Corea del Norte rinde a la dinastía que rige el país, el establecimiento está desprovisto de imágenes del «Gran Líder» Kim Il-sung, o de su hijo Kim Jong-il. La ambientación del local la completa un televisor de pantalla plana colocado en lugar destacado, y que sin parar, ofrece imágenes de la fauna y flora de Corea del Norte, acompañadas de música y la letra de canciones autóctonas. Un pequeño distintivo con su nombre y los colores de la bandera nacional que las camareras llevan colgado en la solapa, es el único elemento de índole patriótico que aprecia la clientela, la mayoría surcoreanos de la comunidad local, una de las más numerosas. En el «Pyongyang» los clientes comen y se divierten. Cuando el aguardiente de arroz comienza a surtir efecto en los clientes, las camareras se suben a un escenario para llevar a cabo un número de baile en el que aparecen ataviadas con trajes de color rojo similares a los empleados para danzar una polca. El espectáculo continúa con la interpretación de varias canciones tradicionales norcoreanas, y cierra con un repertorio de música para karaoke que incluye melodías llegadas de Estados Unidos, como el My Way de Frank Sinatra. La implantación de la cadena de restaurantes de Kim Jong-il en Camboya, no es casual, dado que el país indochino mantiene desde hace muchas décadas relaciones cordiales con el régimen de Corea del Norte. Esta relación comenzó en 1961, cuando el ex rey de Camboya y padre del actual monarca, Norodom Sihanouk, y el entonces líder norcoreano, Kim Il-sung, trabaron amistad en Belgrado durante la cumbre del Movimiento de Países No Alineados. Años más tarde, tras el golpe de estado del general Lon Nol, fue Pyongyang quien ofreció asilo a Sihanouk en un palacio que Kim Il-sung hizo construir especialmente para acoger al monarca derrocado, quien a partir de entonces y hasta hace poco, era escoltado por guardaespaldas norcoreanos cedidos por Pyongyang. Sihanuk correspondió al gesto de Kim Jong-il regalando su casa natal de Phnom Penh para que fuera la sede de la embajada de Corea del Norte en Camboya.

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