Diario de León
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|||| Pese a ser un país de apenas 10 millones de habitantes, Bélgica asume su fractura como Estado federal debido a las discrepancias existentes entre sus tres comunidades. Flandes, la parte rica del país situada en la zona norte, muestra paulatinamente su interés en la secesión. Con ciudades como Brujas, Gante o Amberes, se encuentra impregnada de la cultura germanófona, hablan neerlandés y apuestan por la independencia de la región. Valonia conforma la parte sur del país. Otrora rica y próspera, asume su condición de debilidad aspirando a una unidad estatal que cada día se antoja más difusa. Hablan francés, su carácter se acerca más al latino y cuentan con Lieja como referente. En medio de ambas, se encuentra Bruselas, la zona bilingüe del país y el principal objeto de disputa. Valones y flamencos aspiran a su anexión. De momento, Bélgica sobrevive pero, ¿por cuánto tiempo? La relevancia que tiene esta situación sobre el arte se hace evidente. Las presiones existentes en el Gobierno provocan que la distribución del dinero para la promoción de obras se haga en función de la procedencia del autor. Por ejemplo, en el Corpus Delicti sólo hay creaciones de autores flamencos en la zona de la entrada del Palacio de Justicia, la mejor ubicada para ver las figuras. El resto de artistas -flamencos, valones y bruselenses- se encuentran dispersos en los demás pisos del edificio. Emilio López-Menchero, natural de Mol (ciudad flamenca) y residente en Bruselas, habla neerlandés y francés y se muestra en contra de cualquier tipo de consideración fronteriza. «Para mí el arte no tiene barreras. El arte es algo que hay que contemplar de manera global». Por encima de las disputas existentes en Bélgica y más allá si cabe de las fronteras nacionales, López-Menchero ha hecho de la ruptura de barreras un aspecto clave en su obra.

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