EL CANDELABRO
Alineación estelar Cabeza
El desfile de Mango en Barcelona reúne a pie de pasarela a famosas dispares como Dakota Johnson, Mónica Cruz y Naty Abascal
fila cero pin-up Guante blanco |||| Sólo ella y sus médicos, o quizá ni ella ni sus médicos, saben qué pasa exactamente por la cabeza de Raquel Mosquera. Qué le ha llevado a ver la vida como algo insoportable, como un mal viaje al que hay que poner fin. Por qué una mujer todavía joven y con una hija muy pequeña (y por tanto muy necesitada de su mamá) decide abandonarlo todo y enviarse a sí misma al otro barrio. Se habla de una depresión contraída a la muerte de su primer marido, Pedro Carrasco, y nunca curada del todo. Pero cuesta creerlo, porque Raquel, aunque en aquel trágico momento quedó destrozada y al límite de la desesperación, más tarde fue resurgiendo de sus propias cenizas y se recuperó hasta el punto de aparecer muchas veces en revistas y platós hecha una rosa; convertida una vez más en esa peluquera de barrio, sincerota y simple, que manejaba la idiosincrasia popular y el refranero con tanta habilidad como el secador de mano. Muchos, al verla caer después en el fashionvictimismo y convertir a ese maromo de gimnasio en su segundo marido, habrían jurado que a esta superficial y básica mujer lo único que podía causarle dolor de cabeza era, como mucho, un bigudí mal puesto; que Raquel Mosquera se parecía tanto a un ser neurótico y torturado como puede parecerse una peluquera a un psiquiatra, por más que ambos trabajen en zonas limítrofes y hasta compartan fronteras. Pero las apariencias engañan. Raquel lleva mucho tiempo comiéndose la cabeza, como se dice hoy en día. Y sólo cabe esperar dos cosas. Una, que se cure pronto y a poder ser para siempre. Y dos, que la causa de su mal no sea ese ex marido que sólo aparece (sobrevolando en círculos), cuando la cosa se pone realmente fea.