«Lo de los banqueros pasando la gorra se merece una canción»
Miguel Ríos se reconcilia con el gran rock en «Solo o en compañía de otros» (Dro-Warner), un excelente larga duración en el que reúne a compositores de antaño con nuevos como Quique González o directamente condenados a ser clásicos como José Ig
Miguel Ríos inicia la retirada. Sería el titular para la expectación. Luego si uno oye su nuevo disco, sale a la venta el 4 de noviembre, Solo o en compañía de otros , puede llegar a la conclusión de que es lo mejor que ha hecho en los últimos años. Y puede que alguien, que sea gran aficionado a la música, y que nunca haya tenido en consideración al granadino, sino al contrario, se encuentre por sorpresa, por ignorante, con el gran rockero de España, el mejor crooner del país y tal vez el único intérprete con mayúsculas que consigue aportar su propio lenguaje a las canciones ajenas. Miguel Ríos escribe, y muy bien, prosa y verso. Pero es de los que se encuentra en su salsa cuando descubre una de esas canciones que le obligan a decir: «¡Pero cómo no se me ocurrió a mi!». Y se la pide con modestia. No tiene egos que alimentar, sino simpatía y empatía. Por eso ha conseguido hilar un disco que pasa por compositores de antes, como los trágicamente desaparecidos Poncho y José Luis Avellaneda, de Los Ángeles, o el enorme compositor y músico José Ignacio Lapido, de los ex 091, pasando por varios grandes temas de su amigo Quique González y rescatando colaboraciones que le llevaron a los terrenos de Joaquín Sabina, Carlos Segarra, Pedro Guerra, Ariel Rot o Antonio Flores. Consigue que en el mismo cedé haya letras de Ángel González y de Lapido, y todo lo que cabe en ese guiso en el que la salsa la pone su voz con la delicadeza del mejor gourmet. Al final, le sale rockero y sentimental. Porque anda empeñado en hablar de su edad tardía, «tío, es que tengo 64 tacos», en saltar al ruedo como si fuera la última vez, «que no es lo mismo que salir como si fuera la primera», matiza, y en que poco a poco lo irá dejando. Pero él, en la letra de Memorias de la carretera retrata mejor todo lo que queda por delante: «Tener por bandera una banda rockera. Y un buen botiquín contra la ronquera». Tener un disco nuevo y anunciar una retirada paulatina quiere decir que hablamos de un artista de largo recorrido. Ese es también el caso de Miguel Ríos, que suma a esa experiencia el ver como su hija Lua Ríos sigue sus pasos. No se inmiscuye. Será que sabe que la verdadera escuela del rock y su aprendizaje es la carretera. Lo dice él que la ha recorrido durante tantos años. Si en cuestiones de rock, Argentina es Spinetta, Inglaterra es David Bowie o EE. UU., Lou Reed, por poner varios ejemplos solventes, España, sin duda, es Miguel Ríos. -En este disco se desmarca de lo predecible e incorpora a compositores como Ariel Rot, Quique González o José Ignacio Lapido. ¿Un paso más o una reivindicación? -Al margen de amistades, como puede ser con Quique o con Lapido, es que son muy buenos. Que Lapido no esté en el lugar que se merece sí que es síntoma de crisis. Quique González es un compositor con canciones enormes y un chico sensible que no para de crear. Pienso que el trabajo de esta gente, que es joven y que lo tiene tan difícil ahora, hay que tenerlo en cuenta y darle todos los empujones posibles. -También incorpora colaboraciones antiguas. -Sí. Y, por ejemplo, Quique González me decía que no lo hiciera. Pero es trabajo mío que estaba por ahí, que me habían pedido, y que he pensado que está bien que aparezca junto. -¿Vivir en Granada le ha servido para encontrar ese filón creativo de nuevos compositores? -Con la gente joven, con esos músicos me pasó algo curioso porque yo, hace años, hice un programa en la televisión andaluza en el que quería que su trabajo se viera y se oyera. Por allí pasaban Lagartija Nick, 091¿ Yo notaba en ellos cierta frialdad hacia mi. Y, al cabo del tiempo, ellos solos se fueron acercando. Lapido, que tiene eso que se dice en Andalucía de la mala follá , me dijo un día: «Es que, Miguel, en aquellos tiempos estábamos matando al padre. Como hemos visto que has sobrevivido, te queremos mucho». Yo no creo en edades, considero adulto a todo el mundo y no creo en favores sino en la relación de igual a igual, sin ninguna impostura. A mi viene muy bien porque ese feedback me informa y me pone en el mundo en el que vivo. -¿Qué tiene Sabina que no tenga Quique González, y viceversa? -Sabina es otra cosa. Vive en su mundo, y eso que es de los que se devora obsesivamente todo lo que sale en la prensa. Hace su trabajo tan personal y con canciones tan buenas que se puede decir que lo ha hecho todo. Con gente como Quique González te encuentras con mucho talento y con una inocencia y curiosidad admirables. Yo que soy de los que no necesito contarlo yo y escribirlo yo, me resulta enriquecedor que haya toda esa variedad. -¿Son canciones anticrisis? -No, porque todo el material es anterior. Pero, lo de los banqueros pasando la gorra se merece una canción. Ahora, los viñetistas están haciendo su agosto particular. -¿Seguro que se va a retirar? -Lo que voy a hacer y lo que veo es que es el momento de ir dejándolo poco a poco. No me veo en un escenario si no es al cien por cien. Y cuando veo a otros que no se dan cuenta de que llega el momento de dar ese paso, me da pena. Lo que haré será ir dejándolo poco. Y sobre esta gira, por eso, quiero que tenga esa fuerza de saber que todo sale bien. -Por cierto, en el disco hay una colaboración, eso sí, muy discreta, de We Are Balboa, el grupo de su hija Lua, una banda de la que todo el mundo habla bien¿ -Sí, están intentándolo¿ Ahora se han ido a Nueva York. Yo les veo muy ilusionados y son unos chavales estupendos. -¿No le tienta cantar con su hija? -Yo pagaría por cantar con mi hija. Pero me parece bien que cada uno esté en su sitio. Lo que no se puede es luchar contra natura. Yo, ante todo, soy su padre. Ni su amigo, ni compañero de profesión, ni nada. Le puedo dar consejos, pero ella toma las decisiones. -¿Qué pensó cuando le dijo que quería montar un grupo? -Pues no me gustó nada. Pero más que por dedicarse a la música, por las luchas cainitas que se dan en el seno de los grupos. Aunque creo que para ellos puede ser apasionante el estar junto a unos amigos peleando por que su música salga adelante. -¿Qué diferencias generacionales percibe de lo que les pasa a lo que les pasó a los de la suya? -Eran otros tiempos. No se pueden comparar. El mundo discográfico ha cambiado y siempre, de alguna u otra manera, hay que pelear. ¿En la actualidad? Los de mi generación estamos de vuelta y ellos, con todo el viaje por delante.