EL CANDELABRO
Tancredo
|||| Es evidente que cuando Jesulín de Ubrique decidió colgar la muleta y el estoque lo hizo en todos los sentidos. Que los trastos de matar los ha guardado bajo siete llaves y no parece dispuesto a rescatarlos; ni siquiera para poner la puntilla a la guerra que libran ante sus propias narices las mujeres de su vida. La madrugada del último sábado pasará a la historia de la televisión como La noche de las peinetas afiladas. La tía, la suegra, la esposa y la ex novia de Jesulín se enzarzaron esa velada en una especie de reyerta telefónico-mediática, que tenía como eje principal al famoso torero. Pero él brilló por su ausencia. Cuentan que mientras la insomne Campanario se batía por teléfono contra su tía política y su rival de toda la vida, el de Ubrique dormía a pierna suelta a pocos metros de allí. (Tiene mérito que no le despertara el silbido de las balas). La guerra se ha prolongado durante toda la semana con constantes declaraciones y contradeclaraciones de la Campa y de la Esteban. Pero Jesulín ha permanecido tan impasible y sereno como un monje budista. El lunes las cámaras le sorprendieron dejando a su hija en el colegio y le asaron a preguntas... Nada, lo mismo. El diestro se metió en el coche con gesto indiferente, arrancó y se perdió de vista. Empiezo a sospechar que Jesulín ha pasado de torero a don Tancredo. Algunos le tacharán de cobarde por no entrar al trapo. Pero no es del todo exacto. El tancredismo es un arte que requiere mucho cuajo y sangre fría, pues se trata de encarar al toro sin moverse ni darse por aludido. Eso sí, tiene sus riesgos. Y temo que a Jesulín, con la que está cayendo en su entorno, le pase como al don Tancredo original, que el toro no lo mató, pero sí una bacinilla lanzada con mala idea por un espectador colérico.