Diario de León

«No me siento idolatrado. Todo esto me pilla muy mayor»

Alberto García-Alix | Nacido en León, expone en el Reina Sofía de Madrid un viaje fotográfico personal y visual, con el hilo conductor de «De donde no se vuelve», creación videográfica que da título a la muestra. Al mismo tiempo, el creador ha

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PACHO RODRÍGUEZ | texto
León

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Al final de esta entrevista ocurre una anécdota reveladora y revelable. El artista, después de una masiva firma de sus dos flamantes libros, ha estado especialmente amable, atento y la conversación ha discurrido con total fluidez. Dedicado a las preguntas y respuestas, cuando termina, aliviado, añade: «Joder, en mis entrevistas nunca hay humor. Mira que yo me empeño en contar tonterías». No se preocupe que habrá humor. Es Alberto García-Alix, el fotógrafo y videocreador más trascendente, seguido y reconocido de las últimas décadas, nacido en León, en 1956, pero madrileño de pura cepa y, para ser contradictorios, cosmopolita de vocación aunque sea haciendo una fotografía en la calle Montera de la capital de España. Él, Premio Nacional de Fotografía en 1999, es viajero de convicción, un pájaro que vuela en moto y que si mira lo hace a través de la cámara para dejar la huella de la vida de los rostros que retrata. Últimamente, no para, porque García-Alix, después de vivir en París, viajar y viajar, sin parar hasta Pekín, cuidarse como nunca y seguir produciendo obra, expone, ahora y hasta el 16 de febrero, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, una colección de 174 fotografías que no son una retrospectiva, como exige matizar, sino una monumental demostración de talento titulada De donde no se vuelve, nombre de su última creación videográfica e hilo conductor de la muestra. Pero, también, Alberto García-Alix tiene dos libros en la calle con La Fábrica (www.lafabricaeditorial.com), milagro cultural, por cierto con dirección editorial de la leonesa Camino Brasa, que desde Madrid es un contenedor y dinamizador de actividades, publicaciones o muestras de prestigio como PHotoEspaña. Uno, es el que recoge más de 250 de sus fotografías, incluidas las de las exposición en el Reina Sofía, bajo el título De donde no se vuelve. Y, otro, Moriremos mirando, que supone su irrupción, a su pesar (huye con modestia de toda asociación literaria), en el mundo de las letras. Son sus textos, escritos a salto de mata, o por encargo, o por la necesidad de reflexionar o por vaya usted a saber qué, los que componen una imprescindible crónica de su vida y de la de los suyos y que demuestran que una vida intensa requiere algún momento en el cual detenerse. Aunque sea para mirar sin, por una vez en la vida, tener en la mano una de sus amadas cámaras sino un bolígrafo o el teclado de un ordenador. Ahí también es grande Alberto García-Alix. Pero al final de esta entrevista, rematada con afecto, Alberto García-Alix aclara una circunstancia que más que asunto suyo resulta ser ajeno. Pregunta a pie de despedida: «No te gustan mucho las entrevistas, ¿no?». «Es que mira, tengo 52 años y estoy vivo. Tengo una exposición en el Reina Sofía. Estos dos libros que ves ahí... ¿Te parece que soy el fotógrafo maldito? El otro día me hicieron una entrevista y al periodista se ve que lo único que le salió fue llamarme maldito. No entiendo nada». Es tiempo de explicaciones para el genio madrileño nacido en León. Comienza la entrevista, se enciende la grabadora, suena el móvil de García-Alix. Se ríe. Exclama: «¡A ver quién es ahora! ¡Coño, el Rey!, No, no». ¿Será Pilar Urbano?. «Imagínate¿ ¿Qué le digo?». -¿Y usted, cuando firma libros, así, masivamente, qué pone en las dedicatorias? -Lo que me viene a la cabeza. Es una pulsión. Lo que me late. Mucha gente viene con ganas de ese momento y hay que seguir el hilo. -¿Cómo se siente uno cuando le idolatran tanto? -Perdona, yo no me siento idolatrado. Todo esto me pilla muy mayor. -Pero tanto desde la profesión, como desde la gente joven, se siente algo muy especial por usted y su obra. -¿La gente de la profesión? Qué quieres que te diga. A mi ya me da igual todo. Si los jóvenes supieran la verdad, dirían: Pero qué desastre¿ -Durante todos estos años de grandes fotos, de mezcla de vida y de arte, ¿usted se ve en alguno de sus retratos? -En todos. No en la foto, por la parte formal, sino porque reconozco el hombre que yo era en aquel momento, y cómo era aquel momento de mi vida. Y quién es esta persona y qué hilo nos une. Muchas veces siento nostalgia cuando veo mis fotos. Realmente, no me gusta mucho verlas. -¿Se lo pasa bien haciendo fotos? -Pasarlo bien no es la expresión adecuada. Vivo un trance. La cámara, cuando la coges, transmite una presión terrible. Ahora no quiero hacer fotos, quiero mirar. Mirar con intencionalidad. -La tecnología, que nos ha dado tanto, hasta términos aparentemente contradictorios como Leica y digital, todo en uno, ¿qué nos ha quitado? -Hombre, dar, dar¿ Yo estoy esperando a que me regalen una... Para mi, supone una evolución en muchas cosas. La rapidez y la corrección de todo, por ejemplo. Yo eso no lo uso. La cámara siempre es un cuarto de juguetes. Eso es lo importante. -Como si esto fuera un atraco: ¿La moto o la Leica? -Sin la moto, la vida se me haría cuesta arriba. Y sin la Leica, tampoco la vería. -¿Qué se va a encontrar el público que acuda al Reina Sofía? -Un viaje, en parte personal y, en parte, visual. En esas imágenes estoy contando cuál fue ese viaje. En la mitad de la exposición hay una obra en video que es el hilo conductor de toda esa exposición. Cuando ves el video, ves las fotos de otra manera y comprendes la narración de De donde no se vuelve. La gran vitalidad de esta exposición es ese video. Las fotos ya estaban hechas. Podría haber hecho otro tipo de fotos, otro tipo de exposición. No es una retrospectiva, porque, sino, habría más videos, color¿ Es una cuestión más rígida. Es una exposición sin concesiones. Seria. Porque yo soy serio. Trabajo en el circo¿ -Ese video es duro. Si la vida es un hecho brutal, usted elige mirarla¿ -Bueno, vivir rodando, ¿no? Yo miro a la vida, claro, y tú también. La vida no es buena ni mala, la vida es vida. Yo me alimento del encuentro, de las situaciones, de los sentimientos. -Usted ha dicho que sus fotografías son conciencia de la realidad. ¿También son dignidad de la realidad? -Yo, hoy en día, veo mis ojos como los del narrador de un cuento. Las fotos, de alguna manera, son espejos. Espejos de realidades, no realidad en sí misma. Pueden ser realidades inventadas o fingidas, pero no son algo certero, porque eso no existe. -Pero, como artista, siempre ha demostrado una continuidad en su obra. ¿Es esa realidad inventada el hilo? -Es que yo no sé si soy un artista. Bueno, fotógrafo, autor, ahora escritor¿ -No me siento tampoco escritor. Eso son los textos de un fotógrafo. Escribo, porque, bueno, uno es como es. -¿Es consciente de que a partir de ahora, al menos, con este Moriremos mirando, escribirá para ser leído? -Siempre he escrito para que alguien lo lea. Aunque fuera yo mismo. Muchos de estos textos se hicieron para una revista, para algo que me pidieron, para muchas cosas. No le di nunca mucha importancia. Lo único que pasa es que a medida que vas escribiendo para expresarte, en un momento determinado se convierte en un látigo. Y el papel blanco ya acojona. Ya no es lo mismo. Empieza la búsqueda. Eso nace con los guiones de los videos. En realidad, a partir de ahí, escribir cada vez me cuesta más. Al principio, era como escribir para librarse del psicoanalista. No pago, gasto. ¡Qué trascedente! Venga, champán y mujeres. -Usted, a diferencia de otros artistas contemporáneos, no ha renunciado nunca a ninguna etapa de su obra. ¿Es esa otra de sus claves? -Yo a lo que no renuncio nunca es a mis sentimientos. Más o menos creativo, lo importante son las pulsiones que te llevan a algún sitio. -Ha hecho portadas de grupos, como Los Coyotes, y retratado a protagonistas de una época, por ejemplo a Ambite de Los Pistones, entre otros muchos. ¿Sigue conectado a esa música? -No estoy conectado con nada. Ni lo estuve. Yo estaba conectado con las personas, con la música no. No me gustaba. Era y soy amigo de Los Pistones, sí. Con Ambite me habré hecho doscientos mil kilómetros en moto. A mi me gustaba, me sigue gustando, el rockabilly, el rock'n roll. Tengo gustos variados: por ejemplo, me gusta mucha el tango. -¿Cuáles son sus recuerdos leoneses? -Yo, nací en León, pero me siento madrileño. Yo creo que se es de donde se hace el bachillerato. De León me acuerdo muy poco. Mis hermanos tienen muchos más recuerdos. Yo, no sé por qué, los he olvidado. Me fui con 9 o 10 años¿ No tenía abuelita en León. Imagínate, con 10 años¿ ¡No había mujeres que recordar¿!

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