Diario de León
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León

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Para algunos entrañables, para otros odiosas, pero nadie, o casi nadie, puede ignorarlas. Quien más y quien menos se ve sumergido en este espíritu navideño de excesos; incluso viajando al trópico más remoto podemos encontrarnos en el hotel con un Papá Noel que le saluda embutido en su abrigo rojo con una calurosa playa de fondo. Con las divertidas imágenes de los premiados de la Lotería abriendo botellas de cava, champán o sucedáneos inauguramos la temporada. Y ya no hay quien lo pare durante todas las fiestas. Muchas veces a pesar nuestro. De eso hablaremos hoy, del dichoso espumoso.

De auténtica tragedia califican los expertos esa costumbre tan española de sacar la botella de cava seco, es decir, sin azúcar, para los postres. No es que les parezca sorprendente es que les resulta inaudito. La refrescante acidez del espumoso que tan bien acompaña un aperitivo o un plato ligero, se convierte en una amenaza para el buen desarrollo de una digestión que tiende, ya de por sí, a ser un tanto pesada. Luego, nos quejamos que el cava da acidez. Lo que da acidez es la mezcla. La Biblia de los maridajes reza que los postres siempre se toman con vinos dulces. Muchos de ustedes se preguntarán por qué. Pues no es ningún capricho. El sabor dulce hace parecer al amargo más amargo y al ácido más ácido cuando se comparan. Seguro que no se les ocurre tomar cerveza con el mazapán, ni un bitter con el turrón ¿se lo imaginan? pues algo así es lo que le hacemos al pobre cava que no tiene culpa de nada. Si no queremos que la boca nos quede como si hubiéramos mordido esparto o como si nos hubiéramos tragado un limón, busquen un sustituto al cava seco.

Si les hace ilusión lo de las burbujas y no quieren renunciar al brindis, un espumoso dulce sería bastante más adecuado para esta situación. Bien es cierto que a los cavas dulces les acompaña desde hace tiempo una mala fama, que también hay que decirlo, se la han ganado. El sabor dulce lo enmascara todo, también los defectos. Así que algunos productores de cava avispados usaban el peor vino de la bodega para elaborar su gama dulce. El resultado era un mal vino, corto en aromas, desequilibrado y edulcorado. No sé si lo habrán notado, pero a mi estos vinos me parecen hechos con sacarina más que con azúcar. Por eso los llamo edulcorados. Pero bueno, no van a cargar todos los productores con el sambenito. La verdad es que en los últimos años, muchos se han puesto las pilas y elabora dignos cavas dulces perfectos para el postres, por exquisito que sea. Casas tradicionales de pequeños productores y algún cavista innovador ha apostado por este producto.

Per, si aún desconfían de los cavas, seguro que un champagne dulce no les defrauda. Al contrario que en España, en Francia estos vinos gozan de una buena consideración y son muy apreciados por su fineza y equilibrio. Claro el precio tampoco es comparable. Pero bueno, al final ya que es imposible luchar contra la Navidad y de sus excesos, unámonos a ella.

Y ahora que ya tenemos ubicados los postres y el cava dulce, les ayudaré a buscar un sitio adecuado para el seco y de paso hablaremos del brut. Será la próxima semana.

Hasta entonces, Feliz Navidad.

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