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La igualdad no es cosa de nombre

Empleo insuficiente, desventaja salarial y sobrecarga hogareña lastran los avances legales y políticos de las españolas. Superamos la media del mundo rico en ministras y parlamentarias, pero aún queda lejos la paridad económico-empresarial

Publicado por
León

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España va bien en igualdad, pero los grandes gestos políticos (una Ley y un Ministerio con ese nombre, mayoría de ministras en el Gobierno central y representación cada vez más paritaria en otros poderes ejecutivos y legislativos) no bastan cuando la discriminación laboral se ceba en las mujeres, se desaprovecha su formación y talento y ni siquiera se contabiliza su «trabajo sin salario». De ahí que el retroceso relativo de España en la clasificación mundial de la equidad de género (del puesto 10 al 17) haya sido solamente una sorpresa a medias.

El pie del que cojea gravemente la igualdad de oportunidades en nuestra sociedad es laboral y económico (las españolas ganan un 26% menos que los hombres y su presencia en cargos directivos empresariales no pasa del aprobado raspado) más que político.

Aunque, sorprendentemente, el departamento que encabeza Bibiana Aído se ha dado por aludido al «replicar» con datos positivos a la negativa lectura periodística sobre la caída hispana de siete escalones en el informe sobre «La brecha de género 2008» del Foro Económico Mundial.

Medio lleno, medio vacío

No le faltan argumentos al Ministerio de Igualdad al ver medio lleno el vaso del progreso femenino: 1,2 puntos menos de desigualdad salarial, 53% de ministras (22 puntos más que la media de los países desarrollados), 36% de diputadas (10 puntos más), 42% de parlamentarias autonómicas. Y además, remacha, el citado estudio «mide la disminución de la brecha de género que se da en un país respecto a su situación un año antes y no una comparativa entre países, lo que da resultados tan paradójicos» como la posición de Filipinas por delante de España o el espectacular avance (del 43 al 18) de Mozambique.

Pero también sobran argumentos para ver el vaso medio vacío, huir del conformismo y redoblar la lucha por la equidad. Lo dijo con rotundidad la consejera de Estado Amelia Valcárcel en el Congreso sobre «La agenda del feminismo en el siglo XXI» con el que el Instituto de la Mujer acaba de celebrar su 25º aniversario: «Con la Ley de Igualdad hemos conseguido la paridad teórica. Pero no la hay, ni visos de que la haya, en el ámbito económico-empresarial».

Por no hablar, añadió, del académico, con apenas un 13% de catedráticas; del periodismo de opinión, «que incide en las prácticas gubernamentales y está prácticamente cerrado a las mujeres», o del mundo de la creatividad, donde su «presencia es mínima en las grandes exposiciones, incluso con dinero público».

Desequilibrio

El informe del Foro Económico Mundial le ha dado la razón. Y también a Begoña San José, presidenta del Fórum de Política Feminista, que situó a España «mejor en empoderamiento político que en los Índices de Desarrollo Humano y de la Mujer». Su ponencia en el Seminario sobre «Participación política de las mujeres y economía del cuidado», organizado por Ayuda en Acción, InteRed y Entreculturas dentro de su campaña «Muévete por la igualdad. Es de justicia», fue muy esclarecedora. El empleo remunerado es una vía clave para la igualdad, recalcó, pero «España es la tercera por la cola en la Unión Europea de 27 países en tasa de ocupación femenina».

Y si el 44% de españolas asalariadas se queda corto, más inquietante es su sobrecarga de trabajo no remunerado (el 85% del cuidado a personas dependientes lo asumen ellas), máxime cuando resulta «imprescindible para la cohesión social» porque educa, socializa y atiende a toda la familia.

Para colmo, el cambio social que equilibre la balanza se hace de rogar. Por una parte, la Ley de Dependencia responsabiliza al Estado de la asistencia a quienes están en esa situación, pero su «aplicación es todavía muy deficiente» y su cobertura no llega a un tercio de lo previsto. Por otro lado, como recalcó Pilar Sampedro, psicóloga del Centro de Mediación Familiar de Gijón, las mujeres siguen llevándose la peor parte en la pareja, «marcadas» por su socialización, que les provoca «sentimientos de culpa por dejar a sus hijos para trabajar», y por las «penalizaciones sociales» del salario inferior, que les hace dejar su empleo por las responsabilidades familiares.

Y además, «los hombres no las están reconociendo como iguales» desde el momento en que el 87% de las que trabajan fuera cargan en solitario con las tareas hogareñas.