Diario de León
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León

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HACE UNAS semanas saltó a las cabeceras de todos los diarios la historia del restaurante steria... premiado por la prestigiosa revista americana Wine Spectator por tener una de as mejores cartas de vinos de todo Milán. Wine Spectator premia a aproximadamente nos ... restaurantes de todo el mundo con distintas menciones y aparecer en esta revista upone siempre un algo positivo para el restaurante. Hasta aquí todo normal; el problema ino cuando Arthur Goldstein, un crítico de vinos no excesivamente conocido, reveló que a tal carta de vinos no existía y que ni siquiera ese restaurante era real. El señor oldstein sencillamente solicitó inscribirse en los premios de Wine Spectator, rellenó la icha que le enviaron y por supuesto, pagó los 125$ de tasas correspondientes. Todo ello nombre de un restaurante inventado con una dirección, un teléfono, un jefe de sala y un ocinero virtuales. Además, Goldstein se tomó la molestia de hacernos las cuentas: si ultiplicamos los 125$ de tasas de inscripción por los miles de restaurantes que se puntan a este concurso nos sales una cifra desorbitante. Así pues en apenas un par de emanas este personaje saltó a la fama por sacarle los colores a Wine Spectator y su acrosanta lista. Se pueden imaginar que el departamento correspondiente de la revista y u director a la cabeza se apresuraron a contar su versión de la historia. Ellos aseguran ue sólo premiaron una carta de vinos; es decir, recibieron el dossier correspondiente y valuaron la diversidad, el equilibrio entre diferentes regiones, la calidad de los roductos... y para eso no necesitan ver el restaurante ni probar su comida. Bueno, tiene u lógica; pero, en fin, una pequeña visita para verlo aunque sea por fuera y comprobar ue está allí, que sirven comidas y que tiene luz y agua no costaba nada. Con razón o sin lla la verdad es que el mal ya está hecho. Y creo que no es justo que el Wine Spectator e haya convertido en un hazmerreír; después de todo es una buena revista con eportajes interesantes y que ha ayudado a la difusión de la cultura del vino y a convertir se producto en algo más que una bebida.

No acaba ahí la historia. Parece ser que Goldstein no da puntada sin hilo y a ontinuación, comenzó la promoción de su libro The Wine Trial. Según él, un alegato en efensa de los consumidores. Aquí, expertos y no- expertos catan a ciegas (es decir, no aben qué están probando) vinos de todas las procedencias y variedades y deciden cual es gusta más. Pues bien, el gusto de unos y otros no coincide. Pero no sólo es esto sino ue mientras que los expertos se inclinan hacia los vinos caros, los consumidores tienden escoger los más baratos. Así que el Sr. Goldstein se pregunta porqué gastar más en na botella cara cuando realmente nos gusta más el vino barato. Según él, únicamente or el prestigio o el valor añadido que damos a una etiqueta reconocida. En este azonamiento se está suponiendo que el gusto de los consumidores es el mejor. Y en este unto no puedo estar de acuerdo con él porque sencillamente lo que digan la mayoría de os consumidores no tiene porqué ser verdad. De hecho, muchas veces se equivocan. Por oner un ejemplo, seguro que a la mayoría de la gente le parece que la ópera es un ostón y entre Enrique Iglesias y una concierto de Dvorak prefieren al primero. Y eso no ignifica que el Iglesias sea mejor, aunque fuera un superventas. Pero no sólo eso. ambién está asumiendo que no existe educación que la gente no puede evolucionar, ambiar sus gustos y cultivarse. No creo que sea un defensor de los consumidores, encillamente ha hecho una estadística y nos presenta sus resultados.

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