Y en esto llegó la crisis
Últimamente me preguntan si al vino, sobre todo a los vinos buenos, también les afecta la crisis y siempre respondo que lamentablemente sí y sobre todo al vino bueno.
Esta semana se publicó el estudio de consumo alimentario extradoméstico elaborado por Nielsen para el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. La conclusión ha sido que el consumo de vino ha descendido un 10% durante el tercer trimestre de 2008.
Además, la Denominación de Origen Rioja ha reconocido que las ventas de sus vinos han caído un 7%, lo cual es muy significativo siendo como es Rioja la región de vinos más popular y reconocida en España; hasta en el lugar más remoto donde pueda establecerse algo parecido a un bar les servirán un Rioja. Pero es que las exportaciones, que últimamente se habían convertido en la tabla de salvación de muchas bodegas, también hacen aguas. La disminución se debe sobre todo al pánico a los stocks de muchos distribuidores que han cancelado sus pedidos a la espera de tiempos mejores. Hasta el Champagne se resiente. Sus ventas disminuyen por primera vez en 20 años, en España y a nivel mundial. En 2008 los franceses han vendido casi 24 millones de botellas menos que en 2007 en todo el mundo. De vuelta al mercado doméstico, un dato cuando menos inquietante para los bebedores y amantes del vino: el aumento de ventas de los vinos de tetra-brik en el último año es asombroso; Don Simón, sin ir más lejos, ha publicado unos estupendos resultados. En fin, noticias que corroboran todo lo anterior; sólo así se puede explicar una vuelta al cartón.
Siendo realistas, no podemos decir que la coyuntura para este sector en los dos últimos años haya sido esperanzadora. Al contrario de lo que piensa la mayoría de la gente, fueron años complicados para muchas bodegas. Las más tradicionales tuvieron que reinventarse; otras clásicas se vieron excluidas de los nuevos santuarios gastronómicos y denostadas por no seguir las modas; las nuevas no acababan de cuajar entre el gran público; y las más innovadoras se encontraron con problemas para justificar tanta invención. En resumen, todas buscaban la fórmula del éxito pero ningún modelo parecía ser el adecuado.
Pero lo peor es que el consumo, que al final es base de todo, no ha dejado de descender pese a la proliferación de bodegas por todo el país y las millonarias inversiones de grupos o personas ajenas al sector vitivinícola. La paradoja es que cada vez se bebe menos pero se produce más y más caro. No se trata de abrumar con cifras pero mientras que el consumo actual es el más bajo de la historia en España, el número de bodegas alcanza las 4000 y hay ya 365 Denominaciones de Origen. Y eso que los vinos son en la mayoría de los casos excelentes. Para colmo de males llegó la crisis y en ella estamos. El lujo y la sofisticación con que muchos asocian el vino juega en contra de este producto en estos tiempos de austeridad.
Por otro lado, los grandes inversores, banqueros, constructores... necesitan rentabilizar sus enormes gastos y las inversiones en viñedo no se amortizan en un par de años, ni siquiera en diez; por no mencionar esas bodegas de diseños imposibles y firmadas por arquitectos estrella. Muchos de estos vinos no han tenido ni tiempo de salir al mercado: en muchos casos las mejores añadas duermen aún en los botelleros. Con la que está cayendo, para muchos de estos empresarios es el momento de cortar el grifo y prescindir del capricho.
De todos modos, si no tienen suelto para comprar una de esas bodegas también pueden sacar algún provecho. Los precios han bajado y a todos les interesa disminuir sus stocks, así que rebusquen en sus tiendas habituales, buceen en Internet y cuando encuentren una ganga compártanla con los amigos. Después de todo, eso es lo que siempre nos quedará del vino, los amigos y un ratito para compartir.