Vinos en el poder, el poder de los vinos
|||| Ahora que hemos quedado empachados de Obama y las imágenes de biblia en mano, bailes varios y multitudes ovacionando, cuando ya por fin los analistas políticos y tertulianos han cambiado de tema, desde aquí vamos a dedicarnos a examinar algo más mundano. Y no me refiero al vestido de la primera dama, que también parece más una cuestión de estado que una anécdota, sino a los vinos en esos estratos de poder.
Igual que la gente de a pie, los poderosos se retratan por sus gustos, lo que incluye comida y bebida. Ha habido dirigentes glotones, abstemios y sibaritas y estas preferencias tenían bastante que ver con su idea del poder. Sin ir más lejos, Nicolas Sarkozy, el presidente de la república francesa, vivió un incidente bochornoso con la reina de Inglaterra cuando en un banquete oficial pidió que le dejaran ver la botella de un vino que estaban tomando. Imagínense la cara de estupor de la reina y los jefes de protocolo.
Estarán de acuerdo conmigo que hay que tener un ego desmesurado para hacer una puntualización sobre una de las colecciones de vinos más importantes y ricas del mundo, como es la de Isabel II, máxime cuando el que la hace no es un experto en vinos, como le pasa al dirigente francés. Parece que el señor Sarkozy se quedó más tranquilo cuando los funcionarios le aseguraron que la lista de vinos de toda la visita oficial había sido consensuada con el encargado de protocolo del gobierno francés, que por cierto, le imagino con el corazón en un puño en esos momentos. Quizá recababa ideas para la visita de los Bush unos meses después. En aquella ocasión fue muy comentado el despliegue de vinos caros que exhibió Sarkozy: un blanco de Borgoña, O. Leflaive Criots 1995, un tinto de Burdeos, Ch¢teau Mouton Rothschild 1996, y un champagne, Pommery Cuvée Louise 1998. Todos ellos a partir de 150 euros. Pero hay más. El gobierno chino llamó al boicot del vino francés por el reciente encuentro de Nicolas Sarkozy y el Dalai Lama. Aunque parece que el incidente se resolvió rápidamente sin más perjuicios para el vino francés, muchos productores se tiraban de los pelos viendo su mercado potencial de 1.200 millones de clientes arruinado por una simpleza.
Para los fastos por la investidura de Obama de lo que no hay duda es de que todo el vino que se servirá será americano. Fue el presidente Johnson, patriota donde los haya, quien así lo decidió aunque como para todo hay excepciones; dicen las habladurías que Nixon prefería los vinos franceses y en concreto tenía debilidad por Ch¢teau Margaux, por lo que se saltaba a menudo la regla. Luego se demostró que no era la única regla que le gustaba saltarse... El más sibarita de todos fue Jefferson, quien construyó una bodega con capacidad para más de 20.000 botellas que en su época ocuparon vinos sobre todo europeos; bien es cierto que entonces, a principios de 1800, los vinos americanos estaban comenzando su andadura. Por ahora, sabemos poco de las preferencias de Obama. Pero sabemos que bebe y que le gusta el vino. Tras ocho años sin inquilinos aficionados, para los productores americanos cualquier noticia es mejor que el nulo consumo del abstemio Bush.
Para su investidura, se han elegido exclusivamente vinos californianos, lo que ha molestado a los bodegueros de otras regiones. Duckhorn Vineyards y Korbel son las bodegas escogidas y según parece amablemente han donado sus vinos para el evento. Tampoco un gran desemblso ya que eran bastante económicos: menos 30 dólares cualquiera de ellos, para comenzar dando ejemplo de austeridad. Es normal que estos dos nombres no les digan nada. Todos han quedado sorprendidos, ya que trata de bodegas normales: ni caras, ni ostentosas, ni grandes, ni exclusivas... buenas bodegas con buenos vinos. Diríamos que es toda una declaración de intenciones. Quizás empiece por aquí el famoso cambio que proclama Obama.