Diario de León

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|||| Suena mal pero se veía venir. Había burbuja festivalera y, sobre todo, precipitación a la hora de comenzar lo que debe de ser una carrera de largo recorrido, que es la que se espera de un acontecimiento como un festival musical, con todo lo lúdico y cultural que debe conllevar.

Los festivales de verano con el pop como contenido proliferaron tanto que durante el pasado verano no hubo fin de semana en el que dos y hasta tres lugares de España, de costa, interior y en donde fuera, celebraran su festival. Y a diario, igual. De junio a septiembre y con secuelas y preludios

Aparentemente, eran buenas noticias para todos: profesionales del sector, programadores, músicos y público, que encontraban un abanico de posibilidades y gustos para disfrutar de la música que se hace ahora. Pero algo debía fallar si, de repente, algunos de estos eventos ofrecían en su primera edición carteles que a otros, más veteranos, les costó años conseguir.

El Purple Weekend de León comenzó como una modesta reunión de los afines a la cultura mod y fue creciendo en función de un responsable ajuste entre la oferta y la demanda. El FIB, de los también leoneses hermanos Morán, tuvo en su primera edición una apuesta en la que se hizo todo a pulmón. Jose Morán recordaba en una entrevista con Diario de León, que en el momento de abrir las puertas, les temblaban las piernas. No es necesario ahora comentar que el FIB se ha convertido por trabajo y trayectoria en un encuentro fundamental a nivel europeo.

En casos como el Summercase, en cuatro años parece que han dicho todo lo que tenían que decir. Y ahora que llegan las vacas flacas, son los primeros en bajarse del barco. Eso sí, después de reventar el mercado. Venían para competir con el FIB y el resultado es elocuente. Está en el título. Son las ediciones que ha durado uno y que dura y prepara para este año el FIB.

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