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Arroz caldoso servido entre obras de arte

El restaurante «El Campillo» une arte y gastronomía en un escenario de ensueño

Publicado por
León

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|||| El arte florece sobre las ruinas del carbón. La cultura inunda la comarca de Villablino, que ha tenido que ver como su situación y las actividades que en sus tierras mantenían una floreciente economía, han cambiado radicalmente. Laciana es una comarca en la que el tiempo se ha parado, o mejor dicho, donde el tiempo ha retrocedido. Y algunos de aquellos que dedicaban su vida a luchar contra las tinieblas en las entrañas de la tierra, hoy disfrutan del sol y son capaces de convertirse en creadores, en artistas que pintan, esculpen o, simplemente, dedican su tiempo a crear maravillosas delicias gastronómicas.

En Sosas de Laciana, un lugar que se asoma con valentía a la feroz cordillera, se conservan los antañones hórreos, se habla de caza, de pesca, del áspero canto del urogallo-¦ y del majestuoso caminar de los osos. Allí, confundiéndose maravillosamente con el entorno, ha nacido un restaurante con vocación de galería de arte. Se llama El Campillo, y la piedra y la madera cobijan una estupenda colección de arte en la que no podían faltar las pinturas de Eduardo Arroyo, un madrileño del mundo que ha acabado teniendo su segunda casa en Laciana. Pero la mejor de las obras expuestas es la arquitectura y la naturaleza que se asoman sin pudor a los enormes ventanales del comedor de El Campillo.

Abel Díaz González es el responsable de este genial establecimiento hostelero, un hombre que ha conocido mucho mundo y que ha terminado comprendiendo que nada mejora a su propia tierra. Y él es el responsable de que sus fogones hayan quedado durante una jornada en manos de un artista lacianiego reconocido ya en el mundo: Lolo Zapico.

Nos recibe el reconocido pintor y escultor en ciernes con un hermoso gorro de cocinero sobre su cabeza y enfrascado en la elaboración de un arroz caldoso de extraordinarios aromas. «Son los que produce el azafrán, que me lo ha traído un amigo directamente de oriente. Este año hay poco y está a cerca de ocho millones de pesetas el kilo», explica.

Un arroz con muchas tajadas. «Sí y muy sabrosas -”asegura el artista-”, ya que pertenecen a unos pollos de corral que he criado yo en mi casa. Son realmente inmejorables».

El improvisado cocinero sigue impertérrito con su trabajo. ¿Y de segundo?, preguntamos. Pues de segundo otro producto de la casa, un hermoso pavo al que quería como a un hijo, pero que no ha habido más remedio que sacrificar... Yo por los amigos hago cualquier cosa».

Y es cierto: Lolo Zapico vive para su arte-¦ y para fomentar la amistad. Una comida genial que terminó, como es lógico en estos casos, con unos cafés y unas copas de aguardiente de la comarca. Y después canciones, desde Sabina a Los Beatles, un repertorio ciertamente interminable.

Bueno y tras el pantagruélico almuerzo, preguntamos a Abel por alguna de las especialidades de la casa. «Solemos cambiar la carta con cada estación y normalmente hacemos una cocina tradicional y de temporada. Entre nuestros platos puedo destacar, porque son los que más nos piden, la caldereta de pastor, el solomillo de ternera con boletus, el pollo de corral con salsa, los escalopines al cabrales, el cordero en todas sus versiones, el bacalao a nuestra manera, las truchas al estilo montañés, el salmón a la plancha, la merluza a la cazuela y el mero en salsa», explica. Y sigue: «En postres nuestras especialidades son las natillas, el arroz con leche y la tarta de arándanos». En fin, una jornada gastronómica genial en uno de los pueblos más hermosos de la provincia.