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León

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|||| Quizá León es de los pocos sitios donde la gente sigue pidiendo un clarete a la hora del chateo. Uno se acerca a un bar cualquiera de nuestra ciudad y es muy habitual ver vasos, las copas no tienen categoría para el clarete, con ese líquido de color rosa asalmonado, cuando no decididamente marrón, al que la gente de León es tan aficionada. A pesar de que hace años que ya no aparece en ninguna etiqueta, ni hay publicidad de ellos, todos le hemos cogido cariño al término y se repite una y otra vez en todas las tascas.

Hace unos años, la Unión Europea prohibió el clarete; claro que los parroquianos lo han seguido pidiendo y el mesonero sirviéndolo. Bueno, realmente servía un rosado, que no es lo mismo que un clarete; al menos no a efectos legales. El vino clarete es el resultado de mezcla de vino blanco y vino tinto. Mientras que el vino rosado se elabora a partir de uvas tintas o de mezcla de uvas tintas y blancas. Y se preguntarán por qué razón en Europa prohibieron el clarete cuando tampoco parece algo tan malo. Hace unos años, la Unión Europea primaba la elaboración de productos de calidad y defendía estos productos frente a los que consideraba de baja calidad. De acuerdo con esta política que pretendía mejorar la competitividad de los vinos europeos se tomaron una serie de medidas como la prohibición de mezclar productos terminados. He aquí el pecado del clarete. Se pueden mezclar uvas de distinto color, blancas y tintas, pero no vinos ya terminados. Entendían que esta mezcla sólo podía producir vinos de baja calidad o sólo podía servir para enmascarar productos malos o, en ocasiones, restos de las bodegas. Cosa que también es verdad que era una práctica habitual. Sobraban unos litros de tinto y se mezclaban con blancos del año anterior, medio oxidados. El resultado, un clarete.

La sorpresa entonces ha sido cuando la comisaría europea de Agricultura, Mariann Fischer Boel, confirmó que se va a autorizar de nuevo la mezcla de vinos blancos y tintos para la elaboración de vinos de mesa, en concreto rosados, es decir, los claretes que nos habían prohibido. Ahora bien, este producto de mezcla tendrá restricciones. Las denominación de origen o las indicaciones geográficas protegidas podrán vetarlos y no obtendrían su sello de calidad. Y lo más probable es que ejerzan este veto. Así que por ahora, volverán los claretes pero como vinos de mesa y no como Vinos adscritos a una denominación de origen. La razón que argumentan para permitir de nuevo esta práctica es que la OIV, la Organización Internacional del Vino, lo autoriza. Es cierto que es una práctica habitual en países no pertenecientes a la Unión Europea; de modo que nosotros nos encontrábamos en desventaja respecto a ellos.

En fin, vericuetos legales más o menos inteligibles, los nostálgicos tienen aquí una nueva reivindicación: que nos permita recuperar el término clarete en las etiquetas. Si la palabra ha sobrevivido en las calles, en los bares y en las tascas, si de nuevo se autoriza ese tipo de elaboración, el siguiente paso, casi casi natural, diríamos que es que nos dejen escribirlo y proclamarlo que seguro que muchos bebedores habituales estarán contentos de verlo resurgir.