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León

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|||| A veces uno tiene noticia de proyectos que ensanchan el corazón. Son esas pequeñas ideas que quizás surgen un día cualquiera en una comida, en un descanso del trabajo, en una noche de insomnio o en un viaje y que poco a poco van tomando forma. Lo que empezó siendo casi una ocurrencia sin mucho sentido, acaba convirtiéndose en una realidad. Hoy querría contarles algunas de estas propuestas relacionadas con el vino o -”parafraseando a uno de los enólogos que cito a continuación-” con la vida. La Escuela de Ingeniería Agrícola de la Universidad de León desarrolla desde hace dos años con sus alumnos de Industrias Agroalimentarias un proyecto de elaboración de vinos. Toda la vinificación cuenta con la supervisión de la bodega Dominio de Tares. El campus de Ponferrada cuenta con una magnífica bodega piloto de donde salen cada año las 500 botellas de blanco, rosado y tinto de variedades típicas del Bierzo, producto de nuestra Unversidad. Este año, ha sido el alumno Jorge Gavela el autor del vino y se merece una felicitación no sólo porque el vino está muy bien, sino también por el esfuerzo y la dedicación con que lo ha sacado adelante. Aunque puedo imaginarme que para él ya es una satisfacción crear algo y brindar luego con ello.

En todo esto tiene mucho que ver Javier López, el director de la Escuela, quien incluso ha querido darle un tinte práctico. De esta manera, el vino se utiliza luego para actos académicos. Todo muy aprovechable, como ven. Es una manera de acercar el vino a la gente joven, de implicarles en una elaboración casi artesanal que parte de la misma tierra y llega hasta nuestras mesas. Creo que el interés es aún mayor en estos tiempos en que estamos tan acostumbrados a alimentos procesados y a no conocer muy bien el origen de nuestros objetos más cotidianos. Pero también es, para los jóvenes, una manera de tomar contacto con el alcohol de una forma muy diferente a la del botellón, que seguramente para muchos es su realidad más cotidiana. Y no digo con esto que todos lo practiquen pero sí que probablemente es lo que están más que acostumbrados a ver. Y ahora otra propuesta: las catas para gente ciega. Ya saben que cuando perdemos uno de los cinco sentidos, los otros cuatros se agudizan. De aquí surgió hace unos años la idea de estas degustaciones. Alguna vez he dirigido estas sesiones y les aseguro que es ciertamente interesante. Me imagino que los asistentes aprenderán algo, pero para los que la imparten son también muy instructivas. Al fin y al cabo, es un privilegio poder contar con la opinión de personas con un sentido del olfato y del gusto tan agudizado y además, sin la arbitrariedad que en ocasiones nos causa la vista. No sólo se aprende ucho y se quitan de un plumazo muchos prejuicios, sino que son muy divertidas. Pero no acaba aquí la cosa, basándose en la misma idea se lanzó hace unos meses el vino Lazaruswine, desarrollado sensorialmente por ciegos. Se basa en el Método de Elaboración Sensorial que fue implantado por primera vez en Bodegas Edra de Huesca por Antonio Tomás Palacios tras años de investigación en la Facultad de Enología de la Universidad de la Rioja.

Las personas ciegas que participan en el proyecto reciben primero un curso de viticultura, enología y cata y luego una formación sobre elaboración sensorial. Y esta es la parte más apasionante del proceso. En lugar de utilizar métodos de análisis para la toma de decisiones, se instruye sobre los compuestos claves del metabolismo microbiano para que cuando se detecten, se apliquen cambios en la temperatura de fermentación, la aireación, el tiempo de maceración, la crianza... Es decir, se trabaja sobre la base ensorial, pero con la ventaja de contar con unos sentidos sobresalientes y despiertos. Habrá a quien le gusten más o menos; quien los aprecie y repita, quien simplemente los olvide; pero, ni que sea por un instante, nos llenan de emoción.