Un templo budista ofrece morir y renacer para blindarse por la crisis
|||| Un templo tailandés ofrece una solución para dar esquinazo a la crisis económica: morir y renacer a los pocos minutos para emprender una nueva vida bendecida con la buena suerte. A diario, cientos de tailandeses y también algunos extranjeros se prestan a realizar por el módico precio de 80 bat (1,7 euros o 2,2 dólares) este rito budista en el monasterio de Prommanee, situado en Nakhon Nayok, a un centenar de kilómetros al noroeste de Bangkok. «Los negocios no han ido bien últimamente y he venido al templo a buscar buena suerte en los tiempos de crisis que corren», explica Joy, una joven de 27 años que regenta un comercio de ropa en la capital.
Un grupo de unas 70 personas aguarda solemnemente su turno para meterse, con un ramo de flores mortuorio en las manos, en alguno de los nueve féretros dispuestos en hilera y flaqueados por estatuas doradas de Buda, mientras los monjes observan atentamente.
Los monjes, ataviados con su característica túnica de color azafrán y tatuados con símbolos religiosos, murmuran unas oraciones en pali al tiempo que pasan varias veces una sábana por encima de los ataúdes.
Los iniciados en el rito del renacimiento, práctica muy antigua en la tradición del budismo theravada, que es el que se sigue en Tailandia, creen que su alma, y no su cuerpo, vuelve a nacer para dejar atrás la mala suerte.
«Tras cinco minutos de ritual, los participantes se levantan de sus ataúdes y se marchan del templo con el alma revivida y la satisfacción de haber recibido una segunda oportunidad», señala Viwat, uno de los 12 monjes que viven en Prommanee.
Viwat, quien inicio el noviciado con 14 años en este templo y ahora ha cumplido los 50 años, dice que el número de visitantes, que supera los 600 durante los fines de semana, se disparó desde que decidieron añadir los ataúdes en la ceremonia, hace diez años. «Los fieles interiorizan mejor la experiencia al introducirse en los féretros», remarca el religioso. Las solicitudes aumentaron de tal manera en los últimos años que los responsables de Prommanee decidieron oficiar dos sesiones diarias, a primera hora de la mañana y al mediodía.
Como es habitual en el budismo, los fieles depositan ante los monjes sus ofrendas, que consisten en flores, una caja con incienso, velas y otros objetos para los rituales, así como un manto bordado. En realidad, se trata de las mismas ofrendas utilizadas una y otra vez en los sucesivos rituales de muerte y renacimiento.
Algunos tailandeses piensan que el Wat (templo) de Prommanee se enriquece de una forma poco ortodoxa con la comercialización de esta ceremonia que tiene más que ver con la superstición que con la religión, y también con la venta de colgantes, pulseras y amuletos bendecidos por los monjes.
«No tenemos ninguna intención comercial, los beneficios los destinamos a actividades benéficas y a la escuela del templo. Nuestro objetivo es ayudar a la gente a mejorar su suerte», defiende Viwat. «Muchos extranjeros, incluidos franceses, daneses y españoles, han vivido esta experiencia y pueden atestiguarlo», añade el religioso.
Los templos de Tailandia, donde el budismo es la religión de más del 90% de sus 63 millones de habitantes, no reciben subvenciones del Estado, por lo que para financiarse dependen de las donaciones de los feligreses.
Superstición, religión o negocio, lo cierto es que el ritual del renacer del alma es uno de los más demandados en Tailandia para blindarse contra los efectos y preocupaciones que genera la profunda crisis económica.