Diario de León
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León

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|||| Dónde acaba el arte y dónde empieza el morbo? ¿Dónde termina el buen gusto y comienza la vulgaridad? Es difícil precisarlo, pues siendo conceptos opuestos a menudo están separados por una frontera finísima. Mucho menos perceptible que la que separa la espalda de lo que viene después... Eugenia Silva está que trina porque, a su entender, Vanity Fair ha cruzado todas esas fronteras sin su permiso; sobre todo, la de su espalda. Y el resultado es que en la portada del mes de mayo de la citada revista, Silva aparece posando, literalmente, con el culo al aire.

No está sola en su desnudez. Le acompaña Nieves Álvarez, que también exhibe glúteo a discreción. Pero, curiosamente, Nieves, casada, madre de tres hijos, con pinta de modosita y fama de conservadora (fue a la boda de la hija de Aznar), está encantada con su desnudo, mientras que Eugenia, soltera, sin hijos, aparentemente más rompedora y residente desde hace tiempo en la avanzadísima Nueva York, es la que ha puesto el grito en el cielo. Nunca se conoce a las modelos lo suficiente...

Dice Silva que ella no posó así. Y Álvarez corrobora que en realidad desnudas del todo no estaban. Llevaban un tanga que luego borró el photoshop. Bien es verdad que el tanga que acostumbran a llevar las modelos de pasarela tapa tanto, en la retaguardia, como un fino hilo dental, pero (y en esto la psicología es muy importante), si ellas con eso ya se sienten vestidas, pues habrá que respetarlo. Una -˜top-™ en todo caso espera que el -˜photoshop-™ juegue a su favor. Que de quitarle algo, le quite años o arrugas, no el tanga. Pero ahora esa imagen (Velencoso, vestido, ellas, desnudas) llena vallas y marquesinas, con un mensaje clarísimo: «La que quiera coger peces que se acuerde del refrán».

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