Diario de León
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P ara la mayoría de observadores, la genialidad -”también la pasión-” de Ferdinand Porsche marcó el rumbo tecnológico de la industria alemana del automóvil de comienzos a mediados del siglo XX. Ferdinand daría su apellido a uno de los más afamados deportivos que el mundo son: el nueveonce , aunque también firmó algunos utilitarios que han pasado a la historia de la automoción mundial.

Nacido en 1875 en una pequeña aldea austriaca, la llegada de la energía eléctrica marcaría los primeros compases de su vida. A los poco más de 12 años, Ferdinand trabajaba para la «Compañía de Electricidad Unida» y ya había aprendido cuanto se podía aprender sobre la entonces incipiente tecnología. De aprendiz a proyectista, comenzaba a diseñar coches eléctricos para Jacob Lohner y también sería uno de los primeros en realizar un vehículo híbrido -“ya ven, «nada nuevo bajo el sol»- animado por un motor de combustión que alimentaba las baterías que propulsaban las ruedas traseras; tecnología que hoy se publicita... como el último grito .

En la década de los 30, Porsche funda su propia compañía consultora y diseñaba coches para Mercedes, aunque su trabajo entonces más elogiado serían los Auto Unión de Grand Prix: motor trasero y caja de reenvío, a cuyo volante Bernd Rosemeyer se haría célebre; eso, por no hablar de las veces que Tazio Nuvolari, «El Mantonavo Volador», llevaría a la victoria aquellos impresionantes aparatos. En 1931, Ferdinand Porsche patentaría las barras de torsión para las suspensiones, sustitutivas de los muelles y hoy moneda común en los monoplazas de F1. También en ese mismo año nacería el prototipo del «Escarabajo» y, cuando vivía en Austria -“después de la guerra- sería deportado a Francia acusado de colaboración con el régimen nazi, cargo del que sería finalmente rehabilitado.

En 1950, Ferdinand recibe un sentido homenaje en la planta de Volkswagen, dónde los «Käfer» compartían protagonismo con los primeros deportivos Porsche.

Ferdinand Porsche moría en el verano de 1951 y su hijo Ferry tomaba las riendas de un legado familiar que pervive en las formas, y la filosofía, de los mágicos deportivos... «de siempre».

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