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Dalí, con rulos

Lluís Llongueras cuenta en su nueva exposición de esculturas cómo peinó a Salvador Dalí y le fabricó postizos para Gala

Publicado por
ARANTZA FURUNDARENa
León

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Salvador Dalí descubrió esa muletilla tan típica -”y a menudo falsa-” de los peluqueros, que dice «sólo te voy a cortar las puntas», de la mano de Llongueras. El genial ampurdanés acostumbraba a poner su cabellera en manos de vetustos barberos de Figueras, empeñados en cortarle la melena, hasta que llegó Lluís Llongueras y le propuso mejorarle el pelo en volumen y calidad, sin necesidad de modificarle el largo. «Dalí fue un hombre de personalidad marcadísima, incluso en el plano físico. Y un adelantado a su tiempo. Él llevó el pelo largo antes que los Beatles». Todo esto lo contó el locuaz estilista catalán el martes pasado, durante la inauguración de su nueva exposición de esculturas, titulada Llongueras a Dalí, que puede verse en el Real Círculo Artístico de Barcelona hasta el próximo 21 de septiembre.

«Dalí no tenía amigos», relató Llongueras rodeado de esa veintena de obras escultóricas que compone su Serie Maldita. «Pero yo tuve la inmensa suerte de caerle bien. Lo cual, por otra parte, me condenó a ser aborrecido por Gala, pues ella detestaba a todo el que lograra hacer buenas migas con el pintor».

Llongueras conoció a Dalí en 1961, por una mezcla de buena suerte y audacia. «Yo era joven y atrevido, además de un grandísimo admirador de Dalí. Así que se me ocurrió llamar al teléfono de información pidiendo su número en Cadaqués. Quería invitarle a la inauguración de mi primera peluquería. Me dieron su teléfono, llamé y me contestó un señor. Pensé que sería el secretario de Dalí, así que le largué todo el rollo... Creo que hablé unos diez minutos, tanto de mis aspiraciones como peluquero como de mi devoción por su obra. Y, al final, cuando ya tocaba concretar, le dije: ¿Podría transmitirle, por favor, todo esto a Dalí? Y entonces la voz me dice: «¡Dalí soy yo!. Me quedé de piedra».

Contra todo pronóstico, Dalí acudió a la inauguración de la primera peluquería de postín de Lluís Llongueras. Pero no con muy buenas intenciones. «Quería romperme el escaparate». En realidad, lo que pretendía el genial ampurdanés era realizar una performance. «Me pidió que le dejara poner cinta adhesiva en la luna del escaparate y hasta agarró un mazo enorme con la intención de resquebrajarla. Estaba convencido de que el resultado sería espectacular, y una obra de arte. Pero le disuadí explicándole que aún no había pagado el vidrio», contó el peluquero. A cambio, Dalí le regaló a Llongueras el dibujo de una estrella de la buena suerte deseándole mucha prosperidad en su negocio. La suerte, como bien sabía Dalí, al que le encantaba bromear sobre su exagerada cotización en el mundo del arte, radicaba sobre todo en la revalorización que, con el tiempo, alcanzarían aquellos sencillos trazos.

Fue a partir de ese momento cuando Llongueras y Dalí iniciaron una relación de peluquero y cliente. «Tras un verano bañándose en Port Lligat, Dalí, que por supuesto no usaba ningún tratamiento de nutrición capilar, presentaba un pelo pobre y resquebrajado. Le convencí de que podía mejorárselo sin necesidad de cortarlo, pues para él su melena era importante. También le advertí que tendría que ponerle rulos», contó Llongueras. El estilista estaba convencido de que Dalí lo mandaría a freír espárragos. Pero no fue así. «De acuerdo -”contestó el pintor-”. Pero con la condición de que esté presente un fotógrafo que inmortalice el momento».

El surrealista momento rulo se exhibe en la exposición de Llongueras junto a otras fotografías en las que se ve a Dalí con peluca y también, probándose un bigote postizo que le fabricó el peluquero. «Le enseñé a pegárselo y hasta le hice unas extensiones para el bigote». Llongueras logró también que la áspera Gala accediera a utilizar sus postizos. «Le hice uno precioso para su famoso tupé. Pero nunca le pude tocar el cabello, no me dejó. Así que me limité a mostrarle cómo debía colocárselo».

El último corte de pelo que recibió Dalí meses antes de morir lo ejecutó Lluís Llongueras. «Soy un sentimental y me guardé un mechón de su cabello en el bolsillo», confesó el estilista. Ese mechón, así como la tijera que lo cortó, se exponen tras una vitrina en la actual exposición de Llongueras en homenaje a Dalí.