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La maldición del muro

El 20 aniversario de la desaparición de la frontera que separaba las dos Alemanias viene lastrado por el desempleo y éxodo masivo

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COLPISA

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¿Ironía de la historia o una inédita maldición del famoso Muro de Berlín? Cuando todo el país, y en especial el Gobierno que dirige la canciller Angela Merkel, se prepara para celebrar y conmemorar el vigésimo aniversario de la histórica caída del Muro de Berlín, las autoridades germanas están enfrentadas ahora al mismo problema: que el 13 de agosto de 1961, sirvió de excusa a los líderes de la ahora desaparecida Alemania comunista para levantar la inexpugnable barrera de acero y hormigón que separó a la ciudad y al país hasta el 9 de noviembre de 1989: el éxodo de la población.

Según las estadísticas oficiales, entre los años 1945 y 1961, 3,5 millones de personas abandonaron la zona alemana bajo control de Moscú para buscar una vida mejor en la zona occidental, una sangría que puso en peligro la existencia como país de la República Democrática alemana. Para frenar el éxodo, Moscú y Berlín Este acordaron levantar el llamado «muro antifacista», que puso fin al libre movimiento de alemanes que imperaba en Berlín. La desaparición de la odiosa barrera artificial que dividió la ciudad y el resto del país, en lugar de llevar la prosperidad y «paisajes florecientes», como prometió el ex canciller Helmut Kohl, desató una crisis económica que acabó con la industria de la ex RDA y enfrentó a la población del este alemán con un problema que estaba prohibido por ley en ese país: el desempleo.

La decisión del Helmut Kohl de impulsar, en junio de 1990, la reforma económica y monetaria que introdujo el poderoso marco occidental en la economía de la ex RDA a un cambio de 1 por 1, tal como se lo había advertido el entonces presidente del Bundesbank, Kart-Otto Pohl, provocó el colapso de la infraestructura económica de la Alemania comunista. La ruina y el paro masivo dio origen a una enfermedad crónica que, casi 20 años después de la caída del muro, sigue afectando a los cinco estados que se integraron al nuevo país que se unió el 3 de octubre de 1990 y que tiene una rara similitud con la situación que imperaba en la ahora desaparecida RDA en los años anteriores a la construcción del Muro. 1,7 millones de personas, en su mayoría jóvenes, han dejado el territorio de la ex RDA -”el 10% de la población-” hacia el rico oeste de Alemania, un éxodo que parece no tener fin y que, según los expertos, amenaza con convertir una vasta región de los «paisajes florecientes», en parajes desiertos.

Hace dos años, el Instituto para la Población y el Desarrollo de Berlín, además de constatar en forma científica el éxodo de la población, añadió un nuevo dato que se cierne como una oscura amenaza para el futuro de la región. La mayoría de los jóvenes que emigran pertenece al sexo femenino, un fenómeno que provocó un déficit de 100.000 nacimientos en los 15 primeros años de la unificación Una de las primeras consecuencias del colapso de la tasa de nacimiento en la ex RDA, como lo constató recientemente el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, es la lenta desaparición de escuelas e institutos de enseñanza media. En Sajonia, por ejemplo, uno de los estados federados más prósperos, 14.000 jóvenes obtuvieron este año su diploma de bachillerato para poder ingresar a la universidad, pero el próximo año solo serán 7.500. Más de 2.000 escuelas han tenido que cerrar en la última década en el este de Alemania por la falta de niños.

En las últimas dos décadas, la tasa de nacimiento en Alemania se ha mantenido en 1,37 niños por mujer, una de las más bajas del mundo y muy por debajo de la tasa de 2,1 que es vista como la medida para mantener la población estable. En la ex RDA, en cambio, la tasa cayó a 0,77 niños por cada mujer en los primeros años de la unificación para subir en los últimos años, a 1,2 niños, la segunda tasa más baja en toda Europa y superada solo por el Vaticano. El origen de la baja tasa de natalidad que impera en los cinco nuevos estados federados, según el Instituto para la Población y el Desarrollo de Berlín es el éxodo masivo que nadie sabe cómo impedir.

Ciudades medianas como Halle, Rostock, Cottbus, Chemnitz, Schwerin y Magdeburgo han perdido, en promedio una quinta parte de sus respetivas poblaciones en la última década y los expertos creen que en el 2030 la perdida será el doble de la actual. Solo las ciudades importantes como Leipzig, Dresde y Erfurt han podido evitar el colapso y miran hacia el futuro con optimismo. Para evitar que la tendencia aumente y convierta a decenas de pueblos y pequeñas ciudades en centros urbanos fantasmas, el Gobierno federal, en lugar de construir un muro para detener el éxodo, inyectó miles de millones de euros para fomentar la infraestructura económica en los cinco nuevos estados federados.

Entre los años 2006 y 2008 la inyección ascendió a 60.000 millones de euros. Pero la multimillonaria inyección económica, según el Instituto para la Población y el Desarrollo de Berlín, no logró frenar el éxodo y recomendó al Gobierno que deje de invertir para promover proyectos sociales en centros urbanos que están condenados a desaparecer. Junto con calificar los programas de desarrollo del Gobierno como «burocráticos, ineficientes e inútiles», el Instituto constató que existen regiones en el este que jamás alcanzarán el nivel de bienestar promedio del país y advirtió que invertir allí es despilfarrar recursos.