Diario de León
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Dicen los cronistas que las corbatas, tal y como las conocemos y odiamos en la actualidad, datan de modistos de Nueva York en 1924. Antes fueron igual de molestas, se supone, pero con otras características. De ahí, a que sean materia de arte, hay que preguntarle a Malena Gómez Fridman, que se ha tirado a la piscina de contar de manera gráfica historias en las que las corbatas son el motivo. Son cuadros corbata o algo así. La madrileña lo ha titulado Con corbata, con recor y con recao , y la muestra podrá ser vista estos días en una sala de nuevo cuño llamada Espacio 8, en Santa Ana 8 (Madrid).

En Cultura Rápida se abre la puerta para que Malena cuente el por qué de sus corbatas. No tiene desperdició aunque, muchas veces, el desperdicio sea la propia corbata: «De pequeña me preguntaba qué sentido tiene ese trozo de tela anudada y rígida, de aspecto absurdo e incluso cómico. Otros complementos como los pendientes pueden corresponder a rituales ancestrales de perforación de piel, en algunas etnias anillos y pulseras simbolizan poder o posesión. Es evidente que en sociedades re­nadas la corbata representó estatus social y económico del hombre, pero muy probablemente Freud contestaría a mi pregunta de otra manera: «cuanto más larga la corbata más poder.....sexual». Hasta hace muy poco era exclusiva del imaginario masculino y su forma de obelisco invertido remite a uno de los elementos simbólicos más básicos: «el falo». Dejando reposar esta analogía, para mi la corbata es la excusa y también el hilo argumental que me permite jugar con diferentes estilos y enfoques sin perder uniformidad. En los lienzos cada corbata es una historia y en la ropa es la historia de la corbata la que personaliza la prenda». Sostiene Malena.

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