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Diabetes mellitus en perros y gatos

Hay factores de riesgo que el dueño debe conocer, como dietas especiales que ayudan a su control

Publicado por
MÓNICA FARTO LÓPEZ
León

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Es una de las enfermedades crónicas que con mayor frecuencia se diagnostica en la clínica de pequeños animales. Podemos hablar de varios tipos de diabetes. Para simplificar diferenciamos la insulino-dependiente o tipo I, más frecuente en perros, y la no insulino-dependiente o tipo II, que normalmente se observa en felinos. La primera se caracteriza por la destrucción total de las células responsables de la producción de insulina, por lo que los animales necesitan la administración de la misma para la estabilización de la glucemia. En la tipo II nos encontramos con una alteración en la producción de insulina, todo ello sumado a la resistencia que presentan los tejidos a su acción. Ésta puede ser debida a varios factores: la obesidad, la vida sedentaria, edades avanzadas y enfermedades concurrentes. Este tipo de diabetes en ocasiones puede llegar a ser insulino-dependiente según la gravedad del cuadro clínico del paciente. Existen diabetes secundarias a otras enfermedades como por ejemplo el hiperadrenocorticismo o la pancreatitis.

El propietario suele aproximarse a su diagnóstico debido a sus signos típicos muy conocidos por su similitud con la diabetes en humana. El animal comienza a beber más agua de la cuenta, orina en cantidad, y además de comer más se llega a observar una pérdida de peso.

La pronta instauración de un plan terapeútico evitará la aparición de complicaciones, neuropatías y cataratas, que a largo plazo van a deteriorar enormemente el estado de salud de nuestra mascota.

El cambio de alimentación juega un papel fundamental en el tratamiento de la diabetes. Las dietas que deben administrarse serán ricas en fibra y con bajo contenido calórico, lo que favorecerá la pérdida de peso en animales obesos además del control de la glucemia. Por ejemplo, un gato con una incipiente diabetes tipo II deberá comer una dieta con bajo contenido en hidratos de carbono y alto porcentaje proteico. Si además está en tratamiento con insulina, conseguiremos reducir las necesidades de la misma entre un 25 y un 50%.

La insulina que comúnmente se utiliza, por ejemplo en el perro, es la insulina porcina. Ésta presenta una estructura molecular muy similar a la insulina canina, por lo que no existe riesgo de producción de anticuerpos antiinsulina.

El objetivo en última instancia es mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de los valores normales de referencia según la especie, con cuidado siempre de no producir una hipoglucemia, igualmente peligrosa. Inicialmente se realizan varias revisiones periódicas, en las que se observa la remisión de los síntomas y por lo tanto el control de la enfermedad, o bien el agravamiento de los mismos con el consiguiente estudio minucioso de las causas del mal control.

En algunos gatos, nunca en perros, podemos conseguir la total remisión de la enfermedad, incluso con suspensión del tratamiento con insulina.

Ante una posible complicación de la enfermedad nos encontraremos con un grave cuadro clínico. Por ello se recomienda a todos aquellos propietario que sospechen que su mascota pueda ser diabética, acudan al veterinario para realizar de inmediato un chequeo y así frenar el avance de la enfermedad.

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