El cine del 2009que aún nos espera

Hace tiempo, en conversación privada, alguien del cine confesaba que la profesión, en lo que a distribución se refiere, se las veía y deseaba para que las películas cumplieran el desarrollo vital que el producto permite y al que hay que aspirar. Se refería a las dificultades para conseguir una mínima y lógica rentabilidad. En definitiva, lograr su cometido.

Todo venía a cuento de que son ellos, desde productores a videoclubes, esto es, desde el primero al último protagonista del proceso, los que tienen que regatear, y no al revés, al pirateo, que campa a sus anchas desde lo virtual a la venta ¿clandestina? por las calles de nuestras ciudades.

Se refería a algo así como que las películas nacen, crecen, se reproducen (en varios formatos), y, finalmente, mueren. Unas más que otras. Así ha de ser. Esta persona apuntaba a un hecho interesante para los profanos en la materia, cuando estos mismos, de manera bienintencionada, apelan a la trayectoria sentimental de la película como la que se refiere al tiempo de estancia en cartelera, cuanto más mejor y cuanto mayor el cartel, aún mejor. Y que es cuando se produce esa implicación clásica de enamoramiento entre el espectador y el filme, y el público directamente lo recomienda a sus cercanos.

En definitiva, con los cambios y avances del negocio, ocurre que el pirateo en todos su formatos entra como elefante en una cacharrería cuando menos se les espera, que es nunca. Y, a veces, hay que acelerar todo el recorrido para asegurar un mínimo de rentabilidad. Es decir, que, en muchas ocasiones, conviene que una película con resultados modestos aparezca cuanto antes en formato deuvedé, televisión y demás, para que sea un producto apetecible para el comprador.

Viendo lo que pasa con muchas de las películas del 2009, la situación es tan compleja que en el 2010 veremos premios y reconocimientos sobre trabajos que a duras penas se han mantenido en las carteleras de los periódicos. Otras, que, con el sustento de la gran inversión, generalmente americanas, perduran como formato clásico y aún se podrá salir de casa para verlas en una gran sala. Parece, por tanto, que el cine, como su hermano mayor, el teatro, tendrá que apelar para su supervivencia a esa frase que se resume en disfrutar de una mala salud de hierro; como forma de estar presente en la gran cultura contemporánea.