sexismo

Astorga ha entrado en el túnel del tiempo. Y no porque su alcalde, el profesor de Historia, Arsenio García, sea un experto y devoto de la epopeya maragata en la Guerra de la Independencia. No. Esta vez no se trata de una representación de astures y romanos. Ni de una batalla contra los uniformados napoleónicos al abrigo de las murallas. Se trata de igualdad y de dignidad. Va de mujeres.

De señoras y señoritas que, junto a los menores de ocho años, podrán entrar hoy gratis a la novillada de las fiestas de Santa Marta si van acompañadas de hombre pagador. Es el «homenaje a la mujer española», las extranjeras no cuentan, que tributa el Excelentísimo Ayuntamiento de Astorga, el Burladero y la empresa Soteasa.

Un trato propio de la época en la que la sección femenina daba pautas a las mujeres sobre su comportamiento para satisfacer al hombre en casa, en la mesa y en la cama. Señoras y señoritas gratis para hacer bulto, florero o relleno, que lo mismo da, y dar lustre a la plaza. Porque lo que celebran no es un homenaje a la mujer sino la rehabilitación de la plaza hace 25 años.

Bemoles

T iene bemoles. No es para menos tratándose de toros y de fiesta nacional. La imagen del cartel anunciador es elocuente. El torero torea al toro y la mujer se planta en la plaza, vestida de faralaes, sin capa ni espada. Armada con el pecho echado pa’lante y la humildad de la cerviz inclinada en señal de reverencia al diestro. Señoras, señoritas... Así nos ven. El sexismo nos torea a todas horas. Y ahora nos quieren meter, gratis, en una plaza. A lucir palmito.

El pobre novillo está en las últimas. Con las banderillas puestas con los colores de la bandera. Rojo y amarillo. Sangre y fuego son el drama que tiñe la piel de toro este verano. Sangre por todas las víctimas, mujeres y menores, precisamente, que la violencia machista está dejando en una estadística aberrante e insoportable.

Estertores

F uego en el monte. La naturaleza abrasada. Y la Brif de Tabuyo encerrada y en huelga por un salario digno. El maltrato laboral es otra vertiente más de la crisis que viven el capitalismo y el patriarcado, unidos por un cordón umbilical que está en trance de romperse. Una crisis que nos toca pagar a la gente de a pie. A los nadie. Al 99% de la población que no tiene el dinero ni el poder.

Los estertores finales son violentos. No hay opción intermedia posible. O ellos o nosotr@s. No es una guerra de sexos. Eso es lo que quieren vender quienes no están dispuestos a renunciar a privilegios en un mundo basado en los derechos. Eso tienen en común el capitalismo y el patriarcado.

Es la supervivencia de las criaturas y el planeta. La biodiversidad y la paz frente a conflictos a los que nadie busca una solución, como no sea la de arrojar gases lacrimógenos a los refugiados sirios que se agolpan en la frontera entre Grecia y Macedonia. Hay tanta lucha por el poder, por dominar los recursos, que nadie se ocupa de la casa.

La nueva Ariadna

A veces es tan difícil ver el camino como cuando la niebla baja en el puerto de Pajares y te obliga a conducir casi a tientas. Poco a poco desciendes hacia León y vas viendo los pueblos casi sin vida que un día crecieron a la orilla de la carretera y al albur del carbón.

Entonces me dejo llevar de nuevo por el hilo de Ariadna. La nueva Ariadna que, como dice Alicia Puleo, no se limita a esperar a que actúe el héroe desde un discreto segundo plano. «Es también una protagonista del cambio y no admira a quien mata al Otro, sino que libera al monstruo reconociendo su parentesco con lo humano».