Verano para la desconexión y con amigos

Estrenamos verano. La panadería y el bar del barrio de María cierran unos días por vacaciones. Desde hace unas semanas tampoco se cruza con Pepe y su perro de aguas porque se han ido al pueblo. Poco a poco ha perdido las pequeñas rutinas que la mantenían ocupada. El calor tampoco es un buen aliado para ella. Por todo esto y mucho más marca el número del Teléfono de la Esperanza. Empieza la conversación con un «no puede más» seguido de una lista interminable de motivos, concluye que se siente muy sola, que no le importa a nadie. A «nadie», le devuelve la palabra el voluntario como si no la quisiera, como si pesara demasiado. Mientras rebota en su conciencia le vienen a la mente Galeano y sus «nadies» que «no son, aunque sean». Va a la estantería y busca El libro de los abrazos, quiere asegurarse de que está cerrado para que ningún «nadie» más se escape de sus páginas, porque ya se sabe que «cuestan menos que las balas que los matan». Escucha otro rato a María que ya más calmada le habla de los veranos de bicicletas, de las meriendas de pan con chocolate y el primer beso. De cuando ella también estrenaba verano y se sentía «alguien». Se despide agradecida. Se nota un cambio increíble en su estado de ánimo a cambio de unos minutos de escucha. El agradecimiento es mutuo.

Mientras espera otra llamada el voluntario lee unos versos del escritor argentino José Hernández Para él son los calabozos, para él las duras prisiones; en su boca no hay razones aunque la razón le sobre; que son campanas de palo las razones de los pobres.

Este es un objetivo del Teléfono de la Esperanza, que cada tañido resuene a través de las llamadas y en el chat conéctate.social, porque el verano invita a la lectura y ahora a «leer personas» desde este servicio anónimo y confidencial dirigido a jóvenes y adolescentes en situación de crisis emocional, conducta suicida o autolesiones. Además es accesible a personas con dificultades auditivas o del habla.

Estrenamos verano, en la hoguera de San Juan ardieron las campanas de palo y los monstruos del armario, que no haya más «nadies» es tarea de todos. Es urgente aunar fuerzas para que estos meses sean sinónimo de desconexión, de barbacoa con amigos y de etiquetarse en fotos en la

playa ¿te unes?