Partos respetados
Marta Panizo da un taller para prevenir violencia obstétrica entre mujeres migrantes
ana gaitero
LEÓN
La violencia obstétrica es «un tipo de violencia de género que consiste en prácticas y/o conductas violentas ejercidas por parte del ámbito de la salud antes, durante y después del parto, dejando consecuencias a nivel físico y emocional tanto para la madre como para el bebé».
Este tipo de violencia está reconocida por la OMS desde 2014. En 2019, Dubravka Šimonovic, relatora especial del Consejo de Derechos Humanos sobre la violencia contra la mujer de la ONU, presentó ante la asamblea general de este organismo un exhaustivo y fundado informe sobre «maltrato y la violencia contra la mujer en los servicios de salud reproductiva, con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica». El Parlamento Europeo aprobó en 2021 la «resolución sobre la situación de la salud y los derechos sexuales y reproductivos en la UE, en el marco de la salud de las mujeres» en la que considera la «violencia ginecológica y obstétrica» como uno de «los obstáculos en materia de salud y derechos sexuales y reproductivos».
Este tipo de violencia no ha traspasado aún el ordenamiento jurídico español, a pesar de que hubo un anuncio de que se incluiría en la Ley de Libertad Sexual (‘ley del sólo sí es sí?).
Las mujeres migrantes son más vulnerables a una situación que puede padecer cualquier mujer. En el marco de las actividades que la Fundación de Familias Monoparentales Isadora Duncan
realiza con mujeres migrantes, la enfermera voluntaria Marta Panizo Martínez ofreció un taller para prevenir la violencia obstétrica y por un parto seguro y respetado.
«Conductas o actos a los que a veces no se le dan importancia» en los paritorios y en el entorno de la maternidad y la salud reproductiva y sexual pueden entrar dentro de la definición de violencia obstétrica, aunque no esté tipificada como delito en España.
En el caso del parto, la enfermera señaló que una de las prácticas que «antes se hacían siempre o que a veces aún se hace sin explicar es la episotomía o corte en el periné». Ahora es necesario que se informe previamente y solo se hagan las estrictamente necesarias para la seguridad del bebé y de la madre.
Las cesáreas «sin justificación médica que se programan por motivos de agenda» son otra práctica que debe desterrarse del parto respetado y seguro según las pautas de prevención de la violencia obstétrica. «Se tarda menos que en un trabajo de parto, pero no estás en una sala de parto, sino en un quirófano, donde hace más frío, es más difícil hacer el contacto piel con piel y se presta poca atención a la madre».
Las cesáreas, señala, «deben hacerse por indicación médica y cuando son inevitables hay que humanizarla y hacer que sea lo más cercana posible a las condiciones de parto vaginal», añade.
La medicación para la dilatación, como la oxitocina, debe desterrarse cuando se aplica por motivos ajenos al parto, como «las prisas y los horarios» del personal «en vez de intentar que fluya». «La oxitocina produce malestar por las fuertes contradicciones.
La maniobra de Kristeller, que consiste en la presión de manera enérgica con los puños sobre la barriga de la mujer, no solo se encuadra dentro de la violencia obstétrica, sino que «puede provocar daño tanto al bebé como a la madre». El uso de forceps se considera una práctica invasiva y traumática, aunque a veces sea necesario el instrumental por la dificultad del parto.
Hacer legrados sin anestesia o exceso de tactos vaginales para que practique el personal MIR son otras de las medidas a desterrar. Las mujeres migrantes pueden tener más dificultades para detectar malas prácticas.