España inicia la presidencia de la Unión Europea con un liderazgo compartido
La entrada en vigor del Tratado de Lisboa deja al Gobierno español en un segundo plano en la toma de decisiones sobre los 27 países miembros de la organización
La Presidencia española de la Unión Europea nace coja. El Tratado de Lisboa, aprobado en diciembre y vigente desde el 1 de enero, ha creado nuevas instituciones comunitarias, entre ellas el presidente estable del Consejo Europeo, un quiero y no puede de presidente de la UE, que relegan a un segundo plano a las presidencias rotatorias de los países socios.
A resultas de estos cambios, España tendrá un papel secundario en la toma de decisiones que afecten a los 27. Durante los próximos seis meses, el Gobierno podrá plantear iniciativas legislativas y liderar la agenda de trabajo, pero la última palabra siempre la tendrá el nuevo hombre fuerte de la UE, el presidente estable del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy.
España será el primer país de la Unión que debera lidiar con un nuevo modelo de gobernanza europea que a buen seguro traerá roces y más de una disfunción. En la nueva Europa nacida con el Tratado de Lisboa la presidencia de turno pierde peso en detrimento del presidente del Consejo, elegido de forma permanente en noviembre por los países miembros. Por lo tanto, el mandato español, el primero en incorporar estos cambios, arranca condicionado y con el único aval de imprimir su sello a las políticas que se aprueben de aquí al 30 de junio, cuando España ceda el testigo a Bélgica.
A sabiendas. Zapatero admitió que su papel no tendrá el relumbrón de pasadas presidencias españolas y puso en un ejemplo gráfico para explicar el reparto de papeles. Cuando se desate una nueva crisis financiera, «el primer teléfono que sonará» en la Unión Europea será el del presidente del Consejo, no el del presidente de turno.
El mejor ejemplo de este novedoso liderazgo tendrá lugar en la reunión informal de presidentes que Van Rompuy ha convocado para el próximo 11 de febrero, según anunció ayer él mismo en el Palacio de la Moncloa tras el almuerzo de trabajo que compartió con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso.
Directo y sin ambages, Van Rompuy lo definió en una frase: «No vivimos en una dictadura. La UE es una democracia en la que todos los actores nos sentamos y hablamos», dijo ante la sonrisa complacida de Zapatero. El presidente del Consejo agradeció al jefe del Ejecutivo su ayuda y ambición para que la presidencia de turno no pase desapercibida.