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Zapatero dedica el discurso de oración a los parados, inmigrantes y gays

El presidente combinó sus convicciones sociales y laicas con una alusión bíblica

Rodríguez Zapatero pronuncia su discurso en el desayuno observado por Obama.

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PAULA De las HERAS | washington
León

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Procuró no dirigirse a Dios. Procuró que su discurso en el Desayuno de Oración Nacional no sonara demasiado a un rezo. Pero rezar, y hablar del «Señor», fue todo lo que hicieron quienes le precedieron y le siguieron en el atril y, por eso, cuando José Luis Rodríguez Zapatero, de pie ante más de 3.000 personas, proclamó su «más sentido compromiso» con los desempleados, sonó como si recurriera al altísimo para ayudarle a solventar uno de los más agudos problemas de España. En realidad, era una declaración política.

El presidente -”invitado de honor en el curioso evento que cada año se celebra en Washington-” sólo elevó, literalmente, su súplica por quienes se entregan desde la «autonomía moral» a «su propia búsqueda del bien». En una referencia más o menos velada a los derechos de los homosexuales clamó: «Hoy mi plegaria quiere reivindicar la libertad de todos para vivir su propia vida, para vivir con la persona amada, para crear y cuidar a su entorno familiar y merecer respeto por ello».

Lo demás fue una alocución pública como tantas de las pronunciadas por Zapatero, amigo del lenguaje poético. Reconocido laicista, buscó el equilibrio entre el mensaje fraternal que colmó el resto de intervenciones y sus convicciones. Sólo una vez mencionó la palabra Dios: cuando explicó que usaría el castellano como «la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra». Pero incluso al leer un pasaje de la Biblia, obvió implicaciones religiosas. Dado que la ocasión exigía una alusión a las Sagradas Escrituras, optó por la cita que más se podía ajustar a su propia actualidad política y se centró en dos problemas que comparten, en distinta medida, Estados Unidos y España: la inmigración y el desempleo.

Bajo la atenta mirada de Obama, Zapatero recurrió a un libro del Viejo Testamento, el Deuteronomio, capítulo 24, versículos 14 y 15: «No explotarás al jornalero pobre y necesitado, ya sea uno de tus compatriotas, o un extranjero que vive en alguna de las ciudades de tu país -leyó-. Págale su jornal ese mismo día, antes que se ponga el sol, porque está necesitado, y su vida depende de su jornal». La cita continúa de la siguiente manera: «Así no invocará al Señor contra ti, y tú no te harás responsable de un pecado», pero Zapatero cortó antes de tiempo.