Reportaje | Pacho Rodríguez
Las Cortes del Círculo
Madrid fue el epicentro del parlamentarismo made in León
Manuel Núñez Pérez, David Álvarez, Luis Mateo Díez, José María Merino, José Carralero, Ramón Villa, María Lafuente, Toño Benavides, Cándido Alonso, Gema Cabezas-¦ Todos fueron procuradores modernos de unas Cortes culturales reunidas en torno a León 1.100 en el Círculo de Bellas Artes. Se contaba la historia más pacífica jamás contada. O sí, pero sin tantos focos.
Primavera de 1188, claustro de San Isidoro. Un joven Rey, Alfonso IX, de 17 años, se reúne con los representantes de los estamentos. Pero incluye la novedad de que suma a los mercaderes, los boni homines, con la idea revolucionaria de que la monarquía se sustenta en el consentimiento de sus súbditos. Esa es la excepción que convierte en especial a León en cualquier contexto histórico. Y luego otros derechos y consensos que se asocian con la libertad. Era lo que contaba Keane.
Por eso los leoneses asistentes escuchaban, orgullosos de sus antepasados. Aunque sean reyes. Y por eso, Manuel Núñez Pérez, presidente del Tribunal de Cuentas, afirmaba: «El parlamentarismo es el germen de la defensa de las libertades y para mi es lo importante». Y al principio, Luis Mateo Díez, al lado de José María Merino, que arropaban a su amigo Juan Pedro Aparicio, dictaba, como siempre, con la voz del maestro: «Es una conmemoración simbólica que supone un redescubrimiento. Hay algo de ejemplaridad». Y Merino, que no se queda corto en el tema, enunciaba, como si fuera uno de sus relatos, este con misterio: «Había una zona oculta, que lo queramos o no, y que es que el parlamentarismo nació en León. Aparicio le dará una dimensión especial, por su condición de leonés y estudioso del tema».
Ya animados, un leonesista preguntó a John Keane que qué le parecía que León fuera el único reino histórico sin parlamento. Keane: «Lo que habría que preguntar es qué podría aportar ese parlamento y quién lo iba a pagar». Y ya nos fuimos desinflando, calle Alcalá arriba, convencidos de que, una vez más, nuestro reino no es de este mundo.