Reportaje | Marco Romero | Aulas de respeto
«Se busca alumno respetado»
Chicos de etnia gitana e inmigrantes se integran en los equipos de mediación
«Se busca el perfil de alumno respetado por sus compañeros, que sepa hablar; no tienen por qué ser los que mejores notas sacan y siempre está bien que haya algún inmigrante y representantes de la etnia gitana», explica Isidoro Portillo, coordinador de convivencia en el Instituto de Educación Secundaria Antonio García Bellido. Inmigrantes y chavales de etnia gitana porque entre los poco más de 300 matriculados abunda este perfil, una proyección del entorno socioeconómico que rodea al centro educativo. «Creo que sólo nos faltan estudiantes chinos», comenta una estudiante en los pasillos del instituto.
Sin embargo, conflictividad y nivel social no siempre van de la mano. Este instituto no notifica más incidencias o peores que cualquier otro de los 41 que hay en la provincia. «Es sólo mala fama», afirma un joven de 17 años. «De todos modos, a nuestra edad es muy difícil que llegue la gente realmente conflictiva; es más probable que te encuentres eso en los pasillos de abajo, donde están los bárbaros de primero y segundo. Si vas allí, a lo mejor te atrincheran», añade. En este centro se ha elaborado una encuesta a todos los estudiantes para evaluar la convivencia. Según las conclusiones, la gran mayoría considera que es «aceptable» y son muy pocos los que la califican «mala».
Los cursos iniciales son la clave en casi todos los sitios. «Aquí no tenemos muchos problemas de disciplina y, como en casi todos los sitios, son porque los chavales no dejan dar la clase. Sobre todo los de primero de ESO; luego se van calmando», explica Javier García Calzada, ex coordinador de convivencia del instituto Claudio Sánchez Albornoz, donde hay unos 500 jóvenes con un perfil de alumnado inmigrante y de etnia gitana, en parte, muy similar al del García Bellido. Sólo en parte porque dentro del propio centro hay diferencias de comportamiento muy significativas entre los grupos bilingües y los que acuden al ciclo ordinario. «En las líneas bilingües hay más motivación y mejora el comportamiento», revela García Calzada.
Ruth Delgado estudia cuarto curso de ESO. Tiene 17 años y pronto dejará de ser mediadora en el Sánchez Albornoz. Una de las mayores preocupaciones de este centro ya no son sólo los conflictos internos, sino que por su ubicación también se pueden generar conductas violentas o enfrentamientos con los estudiantes de otros centros cercanos. «Es un instituto tan variado de perfil que siempre ha habido buenas relaciones con otros institutos. Aquí hay de todo, pero conflictos, muy pocos y casi siempre relacionados con discusiones de chicas por chicos, o al revés», reflexiona.
Su relevo son los chavales de doce o trece años con los que ya se va reuniendo para facilitarles la formación oportuna para ejercer de mediador. «Yo nunca he medidado en ningún conflicto todavía porque es el primer año de mediador, pero siempre me ha gustado ayudar a mis compañeros», confiesa José Manuel Rubio Figueirido. Su compañero Adrián Nevado Locci sí ha medidado en dos ocasiones, «pero eran por insultos y los propios chavales lo solucionaron».
Hay centros de León que por la escasa incidencia de los enfrentamientos escolares han decidido no contar con voluntarios mediadores, caso del Legio VII. «Si se dieran las circunstancias porque aumentara la conflictividad, lo implantaríamos». Pero no se da el caso. El principal problema de este centro es el absentismo. «Hay un pequeño grupo de críos que están por estar y esperan a que la edad les permita desaparecer, pero no es lo común aquí».