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León

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Análisis | m. j. muñiz

El «interés general sagrado de Castilla y León». Ese es el que persigue de nuevo (si es que lo ha dejado alguna vez) el presidente de la Junta, acompañado en su empeño por las fuerzas sociales, políticas y económicas de la comunidad, según quedó claro esta semana con el manifiesto conjunto en favor del músculo financiero autonómico.

Los intereses sagrados de la comunidad quedan lejos de las recomendaciones económicas y las indicaciones de las autoridades en la materia. Lo dijo claro ayer el presidente Herrera: primero nos componemos nosotros, después el que quiera que siga al Banco de España.

Y esta vez no parece dispuesto el presidente a que colmen su paciencia, ni a que se juegue al escondite con la intervención política o no en las entidades. Se empleará a fondo durante una semana, y lo hará en el ejercicio del papel que considera que tiene la Junta. Los titubeos y flirteos de Caja Burgos acabarán, si sus planes se cumplen esta vez, en compañía de Caja Ávila y Caja Segovia, que han mareado la perdiz en los últimos meses sin aclarar tampoco su futuro. Y una vez amarradas las tres, se buscarán las fórmulas para unirlas a la fusionada Caja España-Duero. Que habría ganado cuatro meses (calculan los negociadores) si los burgaleses no hubieran amagado a destiempo con el sí, para plantar luego con el no.

El caso es que, después de un año largo de remar, parece que las piezas vuelven a colocarse más o menos en la misma orilla que estaban al principio. Es decir, en unir a las cajas de Castilla y León en una gran entidad de la comunidad, como es el deseo del gobierno autonómico y bajo su batuta; y con el consenso generalizado.

Después, dijo ayer Herrera, que la nueva entidad busque fuera el mejor mozo para seguir sumando fuerzas. De momento, lo ha dejado claro, el mejor mozo es el de la tierra.

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