Diario de León

Reportaje | maría jesús muñiz | los retos de una población envejecida

Una sociedad decente

Millones de ancianos siguen siendo miembros activos de la comunidad, incluso seguirán aportando recursos. Pero también serán más vulnerables y dependientes

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Los cambios demográficos que se avecinan implican que «hay que prepararse para el aumento sustancial de la importancia del segmento de mayores en todos los órdenes de la vida. Y hay que preparse para ello». Pero hay que hacerlo desde los principios de lo que debe ser «una sociedad decente» con sus mayores. Así lo defiende el comité de expertos que acaba de elaborar el informe Reflexiones para la reforma, sobre las consecuencias del envejecimiento en el Estado del Bienestar.

Los expertos defienden que «esos millones de mayores seguirán siendo miembros activos de la comunidad. Los abuelos ayudarán a sus hijos y a sus nietos tanto o más de lo que éstos les ayudan a ellos».

Frente al concepto tradicional, el informe defiende que buena parte de ellos seguirá disponible para una actividad económica, «tanto o más cuanto tengan más estudios, estarán menos cansados y habrán tenido experiencias laborales más estimulantes que las de los mayores del pasado».

La incidencia de sus decisiones tampoco será la misma. «Las decisiones que tomen sobre su patrimonio, incluyendo sus activos financieros, serán más relevantes». Además, con «más recursos educativos y más tiempo libre», podrán dedicar más atención a los asuntos públicos. Sin embargo, la sociedad no puede perder de vista que estos mayores, «por un lado más autónomos y activos», serán también más vulnerables y dependientes.

Según un informe sobre el futuro de las pensiones, en el 2001 el 35,4% de los jubilados no tenía estudios y el 36% tenía estudios primarios. El cambio de cara al futuro viene marcado por la llegada a la jubilación de personas que tuvieron acceso a la educación. Una cualificación superior que implicará también pensiones más elevadas.

Por su parte un estudio de la Universidad de Valladolid considera «demostrado empíricamente» que la productividad se reduce a partir de cierta edad, «con lo que el envejecimiento disminuye su valor agregado para el conjunto de la economía».

Pero los mayores no son sólo objetos pasivos de las prestaciones. Forman parte de los grupos de presión, votan,... Y sobre todo, según concluye Laura Lorenzo, «el concepto de anciano como persona de 65 años o más es completamente artitrario y poco representativo de los cambios sociales de las últimas décadas».

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