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Altos cargos temen que la obsesión por un pacto retrase la salida de la crisis

Técnicos de Economía creen que el intento de Zapatero de escenificar un gran acuerdo contra la recesión bloquea reformas urgentes y puede provocar daños irreparables

Blanco, Salgado y Sebastián, durante una reunión que mantuvieron con el PP.

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alegre / de las heras | madrid
León

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Las exigencias de la negociación política no son buenas para los nervios de los técnicos de Economía. La decisión de José Luis Rodríguez Zapatero de intentar ahormar un acuerdo político contra la crisis para lanzar a la opinión pública un mensaje de confianza ha acabado teniendo un coste inesperado: el malestar entre altos funcionarios y niveles medios del área económica del Gobierno que ven cómo medidas a su juicio urgentes se postergan por una necesidad de escenificación que puede salir muy cara.

La crítica es, paradójicamente, compartida por buena parte de los grupos parlamentarios con los que el Ejecutivo ha querido suscribir el llamado pacto de Zurbano. Este acuerdo, propuesto por Zapatero en un difícil debate parlamentario sobre la crisis al que acudió a rastras y aún tocado por la semana negra de la bolsa española, tenía un problema de origen: no pretendía abrir la puerta a ideas novedosas para lograr salir antes de la recesión sino crear una nueva envoltura para propuestas ya contenidas en el anteproyecto de la ley de economía sostenible o discutidas en el Parlamento con anterioridad a instancias de otras fuerzas políticas.

En detalle. En el primer documento entregado por el Ejecutivo a los partidos se incluía por ejemplo la propuesta de que antes del 15 de junio el Instituto de Crédito Oficial (ICO) empiece a conceder créditos directos a pymes y autónomos por valor máximo de 200.000 euros, es decir, que actúe como una suerte de banca pública y asuma el 100% del riesgo de los préstamos.

Si todo va según lo previsto, se incluirá en el decreto que el Consejo de Ministros tiene previsto aprobar el día 9. Pero forma parte de ese conjunto de iniciativas que, a juicio de algunos técnicos de Economía, no debería haber esperado ni un segundo desde el momento en el que se supo que contaba con suficientes apoyos para salir adelante. Porque cada mes que pase, apuntan, se traducirá en empresas que cierran y puestos de trabajo perdidos.

El presidente del Gobierno es consciente de que nada entre dos aguas. Por un lado está obligado a responder a la demanda ciudadana que reclama consenso y por el otro no puede dejar que los tiempos políticos lastren la recuperación económica.

Visto cómo se desarrollaban los acontecimientos, el elevado grado de escepticismo de los grupos y el nerviosismo interno, trató de dar carpetazo a Zurbano la semana pasada, pese a las advertencias de Salgado de que el acuerdo no estaba aún maduro y pese a que, en un principio, había fijado un plazo de dos meses para llegar a puerto y sólo ha pasado uno.