Diario de León

Más de dos años de tira y afloja y un «sprint» final

León

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La fusión de Caja España y Caja Duero alumbrará una gran caja de ahorros de Castilla y León, pero el proyecto se aleja enormemente de aquel planteamiento que hace ya más de dos años llevó al presidente de la Junta y líder autonómico del PP, Juan Vicente Herrera, a cerrar un pacto con el líder del PSOE, Óscar López, y la mayoría de las fuerzas sociales y económicas en pro del tan traído y llevado músculo financiero autonómico. Los grandes partidos de la comunidad intentaban ponerse la venda antes de tener la herida de la que (era evidente) se avecinaba en el escenario financiero nacional, y movieron ficha para agrupar a las seis cajas de ahorro autonómicas a través de un Sistema Institucional de Protección (SIP) que hubiera sido el primero de los muchos que se están pactando ahora.

No fue posible. Las cajas exigieron su autonomía para establecer cuál sería su escenario de futuro, pero tampoco pudieron librarse del yugo del ejecutivo autonómico para diseñar sus planes. Lo harían a su manera, pero sólo entre las entidades de Castilla y León. En la autonomía, como en el resto de las comunidades, la capacidad de veto para impedir fusiones interregionales se ha convertido en el gran obstáculo de esta remodelación financiera. Ni el Gobierno central ni el Banco de España han conseguido imponer la lógica económica y financiera a la apisonadora política que gestiona las cajas de ahorro. Un lastre que sin duda pesará en la próxima ronda de integraciones que tendrá que afrontar el sector.

El caso es que la gran operación a seis se quedó enseguida en una partida a tres: Caja España, Caja Duero y Caja Burgos. Un duro tira y afloja que terminó con las dos primeras entidades dispuestas a seguir adelante con una fusión de la que se apeó a última hora la entidad burgalesa.

Tampoco fue fácil poner de acuerdo a las dos grandes cajas de la comunidad. La negociación ha sido tan larga como plagada de presiones y ultimatums por parte del Banco de España, con el objetivo de que la fusión pudiera acogerse en tiempo y forma al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), creado hace justo un año y al que Bruselas ha puesto fecha de caducidad para finales de este mismo mes.

Al final, Caja España y Caja Duero firman hoy su proyecto de común, en medio de un sprint final en el que la mayor parte de las cajas de ahorro del país buscan pareja de baile en el último momento. De las 45 entidades iniciales esta primera ronda de integraciones acabará en una veintena, pero el proceso no concluirá aquí. Las prisas y presiones por aprovechar el dinero del fondo de rescate (un año con sólo tres peticiones, y al final parece que va a quedarse corto) se está consolidando en un mapa con más SIPs de las deseadas por el Banco de España, que siempre ha mostrado su preferencia por las fusiones.

Y el músculo financiero de Castilla y León queda bastante más flácido de lo que hubiera deseado la Junta. Caja Ávila y Caja Segovia se escapan del control autonómico al integrarse en el SIP que lidera Caja Madrid, con gran disgusto por parte de las fuerzas políticas autonómicas, que advierten de la pérdida que supondrá para Castilla y León y la escasa relevancia que tendrán en el nuevo grupo.

Las dos pequeñas cajas salen así también de Banca Cívica, el proyecto por el que finalmente optó Caja Burgos, y que la Junta acabó aceptando a regañadientes ante la evidencia de que sus preferencias no iban a ser atendidas. Mientras, el Círculo Católico de Burgos, que ha ido trampeando las oleadas de integración en un intento de buscar seguir su camino en solitario, navega entre el pequeño grupo de entidades dispuestas a aguantar el tirón aferrándose a su pequeño negocio y las advertencias de que sólo el tamaño garantiza el futuro de las entidades.

En este terremoto en el que viven las cajas de ahorro es en el que Caja España y Caja Duero salvan de momento el trámite inicial del crecimiento y la consolidación financiera. Por delante queda el reto de la viabilidad, y del ajuste de empleo y oficinas. En menos de un mes la nueva entidad estará operativa, pero no tendrá mucho tiempo para hacer sus deberes con calma. La segunda oleada de fusiones e integraciones amenaza con llegar cuando apenas los muchos consejeros y demás cargos de la entidad fusionada estén empezando a acomodarse en sus nuevos asientos.

Que serán muchos, porque en los dos años de adaptación la estructura de la nueva caja sumará los miembros de las dos entidades iniciales, más los que tengan que añadirse para igualar fuerzas. Una superestructura de la que nadie quiere quedar apeado.

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