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La reforma laboral sale adelante con 173 abstenciones y 168 votos a favor

PP, CiU y PNV facilitan que el texto se tramite en el Congreso, pero el PSOE perdió el voto de su diputado y ex líder de CC.OO. Antonio Gutiérrez que no dio el «sí»

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PAULA DE LAS HERAs | madrid
León

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Más solo que nunca. Más de lo que imaginaba hace tan sólo tres días. El Gobierno logró este martes convalidar el decreto de la reforma laboral, pero ni siquiera pudo contar con todos los votos del PSOE. La grieta se le abrió por la vía sindicalista. El ex secretario general de CC.OO., el mismo que convocó una huelga general contra el Ejecutivo de Felipe González en 1994, Antonio Gutiérrez, rompió la disciplina de voto y optó por la abstención. Como todos los grupos de la izquierda -"incluso el PP-" cree que la propuesta gubernamental facilita el despido.

Gutiérrez no era el único en las filas socialistas incómodo con el texto aprobado por el Consejo de Ministros el 6 de junio. Con ese, en concreto, porque al que se remitió a los grupos unos días antes le hacían menos ascos los diputados que componen esa corriente minoritarísima del PSOE que es Izquierda Socialista. Sin embargo, sólo el antiguo líder de Comisiones llevó su discrepancia a la acción.

Los muchos militantes de UGT que hay en el grupo parlamentario del PSOE obviaron la oposición del sindicato a la reforma y resistieron el envite de IU, ERC, ICV, el BNG y Nafarroa Bai que mostraron su oposición férrea a la propuesta por considerar que recorta derechos a los trabajadores. «Es un día histórico porque esta cámara va a abaratar el despido», dijo el portavoz de ICV. «El Gobierno le ha hecho el trabajo sucio a la derecha y a la patronal», dijo ERC.

Lo cierto es que no hubo ni una intervención entusiasta con las propuestas del decreto. Ni siquiera la del titular de Trabajo, Celestino Corbacho, que optó por una intervención breve y poco explicativa. «Estamos convencidos -"fue su resumen-" de que es la reforma que precisamos en este momento para impulsar la recuperación económica, para mejorar nuestra competitividad y para hacer del empleo un factor más productivo, más equitativo y de más calidad». Además, dijo, no abarata el despido, algo que ni los socialistas creen. El discurso aguerrido y político tuvo que ser esta vez el del portavoz socialista, José Antonio Alonso.

Las declaraciones previas de Corbacho corrían en su contra. No sólo ha defendido que esta reforma no creará nuevos empleos sino que este fin de semana dijo que, si la reforma se hubiera hecho antes, se habrían evitado muchas pérdidas de puestos de trabajo. Ni el PP ni otros grupos desaprovecharon la oportunidad de arrojar sus palabras a la cara del Gobierno. Fue Soraya Sáenz de Santamaría la que se aplicó en la tarea con más ahínco. «De todos los miembros del Gobierno parece que ha venido a defender este proyecto ley uno de sus principales críticos», ironizó. «Su suerte es que, no siendo diputado, no tendrá que votarla».

La crítica del PP iba dirigida como las de la mayoría a las formas, por haber tardado en actuar los dos años que estuvo abierto el infructuoso diálogo social, y al fondo, con un discurso no tan opuesto al de la izquierda, pero poco concreto.

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