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Zapatero y Rajoy preparan un debate de la Nación crucial para la legislatura

El presidente del Gobierno acude a la cita en sus horas más bajas, mientras que el líder de la oposición vive el mejor momento pese a los casos de corrupción

Zapatero y Rajoy, durante la reunión que mantuvieron el pasado mes de mayo.

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antonio montilla | madrid
León

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José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy velan armas ante el Debate del estado de la Nación en el Congreso del miércoles y jueves. Perdido en la memoria queda aquel primer cara a cara protagonizado en 1983 por Felipe González y Manuel Fraga. Sí perduran otros duelos, aunque no tanto por su contenido como por algunos latigazos retóricos del tipo «¡váyase señor González!», que José María Aznar arrojó en 1995 a González, o el «usted traiciona a los muertos» que Rajoy endosó a Zapatero hace cinco años a propósito del diálogo con ETA.

El jefe del Ejecutivo acude a esta cita, que marcará un punto de inflexión en la legislatura, con la historia de su lado. El gobernante socialista, según los estudios del CIS, ganó los cuatro últimos envites ante el líder de la oposición. Pero este Zapatero no es el del 2005, ni siquiera el del 2009. Ha perdido su optimismo de acero entre la maleza de una crisis económica sin paragón y se ha quedado sin margen para sacar nuevos conejos de la chistera o anunciar medidas de efecto, como el cheque-bebé. «La fiesta se acabó», recordó hace unos días el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida.

En contra. Zapatero, no obstante, ha logrado zafarse de la imagen de boxeador grogui que arrastraba hace unos meses. Con cuatro millones de parados, con casi todos los indicadores económicos en números rojos y dificultades crecientes para colocar deuda en los mercados financieros, la economía entró en barrena y la Unión Europea exigió una urgente e incontestable reducción del déficit público. El remedio, a ojos de los ciudadanos, fue peor que la enfermedad. Bajar el sueldo a los funcionarios, congelar las pensiones y cerrar el grifo de la inversión pública provocó una severa caída de Zapatero y el PSOE en las encuestas y el desasosiego cundió en las filas socialistas. No así en los organismos internacionales, que pasaron del recelo al aplauso por la severidad de un ajuste que persigue podar el déficit del 11% del PIB actual a un 3% dentro de tres años.

Pero sobre la cabeza del presidente pende, además, la huelga general anunciada para el 29 de septiembre y la necesidad de conseguir aliados para aprobar los Presupuestos Generales del 2011, la llave para acabar la legislatura pues sin su aprobación la crisis sería inmanejable y la estabilidad parlamentaria, una quimera.

Mariano Rajoy, tal vez por primera vez desde que es el jefe de la oposición, tiene más que perder que ganar en este asalto. Acude con la vitola del vencedor que reflejan las encuestas, pero con el sabor amargo de no contar con los apoyos suficientes para presentar y ganar una moción de censura.

Para no morir de éxito, el líder del PP tiene que destronar con propuestas concretas y argumentos rotundos a Zapatero para evitar que, ahora sí, algunos brotes verdes que se insinúan -”sobre todo el descenso del paro por tercer mes consecutivo-” no supongan una dosis de oxígeno para que el moribundo presidente retome el vuelo. Tendrá que poner sobre el tapete, blanco sobre negro, las coordenadas de su plan para sacar a España de la crisis.