CONVULSIÓN EN LAS CUENCAS | PRIMERA BAJA DE LOS CATORCE DE TREMOR
«Estaba muy mal, si no no hubiera dejado a mis compañeros»
La mala salud del caboverdiano José Antonio Duarte le obliga a salir de la mina
La humedad y el frío que padecen los mineros encerrados en el pozo Casares de Tremor de Arriba ya ha comenzado a hacer mella. El ayudante minero José Antonio Duarte abandonó ayer su encierro tras poco más de cuatro días. Ahora ya sólo quedan trece mineros, a 600 metros de profundidad, para seguir exigiendo sus nóminas y mejoras en el sector. «No puedo respirar. Me duele el pecho», confesó nada más ver la luz del día, con su acento caboverdiano cuando al filo de las tres de la tarde, después de que se avisará a los servicios médicos, dejara atrás la oscuridad de la planta sexta. En la misma bocamina le recibieron algunos compañeros y facultativos de la compañía carbonera.
El miércoles por la noche, el minero de 39 años comenzó a tener problemas respiratorios, le faltaba el aire y no respiraba bien, pero decidió quedarse a pesar de que sus compañeros le sugirieron que abandonara la mina. «Por la mañana, tenía mucha tos, catarro, me encontraba realmente mal», apuntó Duarte desde el Hospital del Bierzo, donde entró ayer después de ser trasladado por el 112 desde la mina. Infección respiratoria, ése fue el resultado del análisis médico, por lo que José Antonio Duarte permaneció en observación durante toda la noche. Previsiblemente hoy le darán el alta y un tratamiento para que puedan regresar a Bembibre, donde reside con su hermana Marlice.
Ejercicio en la galería. «Hay mucha humedad y frío y como tengo problemas de bronquios la cosa empeoró». Duarte aseguró a última hora de ayer, cuando su hermana ya le acompañaba en el Hospital, que los días encerrados «han sido muy difíciles y muy largos». El minero explicó que sobre las ocho y media de la mañana desayunaban, comían a las 14.00 horas y cenaban a las 21.30 horas. «Hablábamos, intentábamos contar chistes, hacer cosas para no pensar», dijo. Caminar y caminar por la galería, ésa es una de las principales actividades de los productores encerrados, «porque es la única manera de no quedarse helado». Porque lo peor que ha vivido José Antonio Duarte encerrado en la mina han sido el frío y la humedad.
Cuando el primer día de encierro, el pasado lunes, sus compañeros les hicieron llegar unas puntas, los hasta ayer catorce de Tremor construyeron «más o menos» una mesa, en la que comen, leen la prensa para informarse de lo que ocurre fuera, leen libros para entretenerse y hacen sudokus. «Hay que tener la cabeza ocupada con lo que sea porque los días se hacen eternos», señaló el minero.
José Antonio Duarte lleva un año y medio trabajando en el pozo Casares y cinco viviendo en España. «Sobrevivo sin cobrar la nómina porque estoy en casa de mi hermana en Bembibre, porque yo tengo una hipoteca». El minero está pagando las letras de una vivienda en Madrid, donde le espera su pareja.
Tres noches sin dormir. «La primera noche casi no dormí, la segunda un poco más y el tercer día otro poco más», comentó para confirmar que los mineros leoneses duermen sobre tablones, sobre los que han colocado una manta.
«Mis compañeros están bien y se van a quedar allí hasta que está situación se resuelva. Yo me encontraba realmente mal, si no, nunca les habría abandonado», apostilló el minero José Antonio Duarte.
Ayer por la tarde, un facultativo bajó a visitar a los trece mineros que aún siguen en el pozo Casares. Están muy pendientes de algunos que como José Luis Tafula, arrastran algún tipo de problemática. «El médico los reconoció y dijo que están bien, de momento, porque los días podrían empeorar su salud», apuntó el presidente del comité de empresa, Raúl Fernández, que también bajó a la mina.