convulsión en las cuencas | la fuerza brota a 600 metros
«Somos trece, son trece camillas»
Los mineros del pozo Casares endurecerán su encierro si no hay Real Decreto
«Queremos ver el real decreto firmado, si no, pechamos el pozo y enganchamos las carruchas y aquí no baja nadie, ni la comida». A los ya trece de Tremor les sobra contundencia. Ayer se cumplió el quinto día de encierro y los ánimos de los encerrados en el pozo Casares continúan muy altos. Están sensibles y echan de menos a su familia, pero están muy fuertes de ánimo. Ayer, recibieron a los medios de comunicación y quisieron mostrar la mina «tal y como es, lo que es el trabajo».
No les importa jugarse su salud, aunque son plenamente conscientes de que los días de encierro pasarán factura -como ya le ocurrió a José Antonio Duarte, que el jueves tuvo que abandonar la mina- y no les importa llegar hasta el final, por que al final del túnel están «el futuro, las nóminas, la estabilidad de la familia».
Apoyo de las federales sindicales. A pesar del llamamiento para los sindicatos de que salgan de la mina ellos saben que tienen las cosas claras: «Vamos todos a una y ahora somos trece. Son trece camillas». Así, amenazan con que no saldrán, al menos andando, hasta que se cumplan sus exigencias, un futuro estable para el carbón con el Real Decreto y el pago de las dos últimas nóminas pendientes, «una razón, algo que dé esperanzas».
«Estamos bien para aguantar aquí, por las mañanas vemos el Diario y nos da fuerzas ver lo que hacen nuestros compañeros fuera. Cuentan con todo nuestro apoyo», explicaron para añadir: «Nadie nos ha apoyado fuera, nos sentimos un poco abandonados», comentaron para hacer un llamamiento a las federales sindicales, a las que exigen mayor implicación en el conflicto minero.
Pedro Leite, Constantino Chico Higareta y Luis Tafula ejercieron como portavoces de los trece de Tremor junto con Wieslaw Dziobka: «Estamos luchando por lo nuestro. Si la empresa pudiera vender carbón a las térmicas nos pagaría. Ésta es una huelga para que se arregle».
«Si en el Bierzo no se quema carbón berciano o lacianiego, no se quemará nada», aseguraron para exigir el consumo de mineral autóctono, «porque esto no es un juego, no estamos encerrados porque sí. Estar aquí es duro».
Pensando en los de fuera. «Las familias están peor que nosotros». Muchos no pueden evitar que se les escapen las lágrimas cuando alguien les menciona a los que les están esperando fuera. A los que se preocupan por su salud, por llevarles ropa y comida. Sus esposas, sus hijos, sus angustiosas madres, como la de Tafula, que ayer estaba también en la bocamina. Pero no quieren nada, nada les hace falta salvo una solución para la minería. Duermen en tablones y han rechazado sacos de dormir y colchones. «Para estar cómodos vamos a un hotel o a casa», apostillaron.
La humedad es terrible y, a pesar de que la mina no tiene en marcha el ventilador, las corrientes también se convierten en un enemigo. Juegan a las cartas, hablan, se ríen o dejan que Piotr Redzik les animé con su buen humor o les haga trucos de magia. Por la mañanas, uno lee el periódico y el resto escuchan. Y caminan, caminan mucho para evitar que la humedad y el frío lleguen más allá de los huesos.
Desde el comité de empresa, Rubén Fernández les transmitió ayer más apoyos, el de los mineros de la Hullera Vasco Leonesa, que les envían «todo el ánimo para sacar adelante esta situación» y les contó que Duarte ya está en su casa y que tan sólo tiene que tomar antibióticos.
Pero en el frío de la mina se oyen algunas toses junto con el ruido del agua. Se ve la incomodidad y la dureza del trabajo, aunque los mineros del pozo Casares cumplan hoy su sexto día de huelga, los mismos que el encierro que mantienen trece de sus compañeros. Pero siguen fuertes porque no quieren nada más. «No pensamos tirar la toalla, no sabemos hacer otra cosa», dijo el joven minero de 35 años Pedro Leite.