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CONVULSIÓN EN LAS CUENCAS | COMO EN LOS VIEJOS TIEMPOS

Dos mineros detenidos y otro herido en la violenta refriega de La Magdalena

La huelga vive la jornada más intensa desde su inicio, con ocho cortes de carretera en toda la provincia

Los mineros preparan el lanzamiento de un cohete

Publicado por
Miguel Á. Zamora | La Magdalena
León

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Dos mineros resultaron detenidos para su posterior identificación y un tercero sufrió heridas de cierta consideración en el transcurso de la refriega que se libró ayer en el casco urbano de La Magdalena durante las protestas que protagonizan los trabajadores pertenecientes a las explotaciones de Coto Minero del Cantábrico e Hijos de Baldomero García para exigir el pago de las dos mensualidades que se les adeudan los empresarios Victorino Alonso y Viloria. El cuarto capítulo de la huelga concluyó media hora después de que los antidisturbios se emplearan con una contundencia notable en el epicentro de las protestas en la Montaña Central. De once y cuarto a doce y media no se movió un alfiler. Hubo varias andanadas contra el helicóptero de la Guardia Civil, a través de cohetes con más intención que tino y una ráfaga de voladores de aviso para los agentes que se dirigieron a pie hacia las barricadas con intención de negociar: «Ayer no quisisteis vosotros, hoy no queremos nosotros. Tenéis quince minutos para desalojar la vía», espetaron los mineros a los guardias, parafraseando la misma conversación de las vísperas, pero en sentido contrario. La mañana se había calentado al albur del rumor de que Victorino Alonso acababa de afirmar en Madrid durante un desayuno de trabajo que tenía la intención de abonar las nóminas pendientes. «Si va a ser en el 2015, me jodo en la noticia», respondió socarrón uno de los manifestantes. De la indiferencia, se pasó a los hechos. Un grupo de mineros atravesó en la autopista un quitamiedos y otro reventó a palos las cámaras de vigilancia del tramo colindante al peaje. Ardieron las juntas de dilatación de la carretera y hubo órdenes. «Mantened el corte de Villamanín media hora más, que aquí está la mañana tranquila», se sugirió. Tanta calma había que hasta se permitió el paso de cinco vehículos que llevaban niños a bordo. Razones humanitarias. Negros y verdes, morados. A la una menos veinte empezó el baile. La irrupción por el puente de la autopista de una veintena de agentes especializados de la Guardia Civil fue saludada, brazos al aire, desde las huestes mineras. Palos, hierros, cohetes, tuercas, piedras y contenedores fueron mostrados en ofrenda desafiante desde el bando de los trabajadores. El gesto de los miembros de la Benemérita quedó oculto bajo el casco. A la primera ofensiva de los guardias, volaron los botes de gases lacrimógenos. La sensación es horrorosa. Lloran los ojos a mares, arde la garganta como el infierno, pica a muerte la nariz... La principal avenida de La Magdalena escenificó sprints olímpicos. Ni de uno ni de otro lado escatimaron esfuerzos. Los antidisturbios cosieron a pelotazos todo lo que se encontraron por delante y a resultas de varios cohetes mal dirigidos por los manifestantes, ardieron unos cuantos prados colaterales. A la primera escaramuza, desapareció la barricada más cercana al puente y las operaciones pasaron a La Magdalena City. A toda pastilla. El bando del carbón trató de ganar metros haciendo acopio de contenedores a media rúa. Inútil. Cinco todoterrenos Patrol cobraron velocidad hasta el final de la calle y obligaron a dispersarse a la multicolor representación minera. Si el radar de Tráfico llega a estar ubicado al final de la zona, pocos puntos les hubieran quedado a los conductores de los vehículos de intervención. Entraron como una exhalación y bordearon el atropello en masa. «Hay que hacer una envolvente y coger a tres o cuatro. Vamos». Falló el cálculo del mando de la Guardia Civil. Tuvo que conformarse con Moisés y David, que quedaron acorralados y sintieron sobre los hombros el peso de la ley.. y de los ciento y pico kilos que pesaban los casi 200 centímetros de paisano de cada uno de los antidisturbios que los atenazaron. «Hijos de puta!!!! Los coches son nuestros!!!! También tenéis que jodernos, cabrones??? La tensión se apoderó de los balcones desde los que los vecinos presenciaban la intervención, al percatarse de que algunos vehículos particulares estacionados en la calle estaban sufriendo desperfectos. «Deje de grabar, deje de grabar!!!» ordenó uno de los agentes al más exaltado de los residentes. «Tengo un niño que viene del colegio y no puede entrar en casa por la movida que estáis montando. ¿De qué vais?, insistieron a los miembros del GRS. Sólo piden lo suyo. «¿Por qué los detenéis, porque piden que les paguen lo que han trabajado?», sugirió un viandante, a medio camino entre la clemencia y la irritación. «Tiene usted razón, tiene usted toda la razón, pero esto es así», reconoció el agente. Acabó la mañana. Siguieron más escaramuzas por la tarde, menos intensas. Hubo un conato de corte en la autopista AP-66 pero fue más presencial que otra cosa. Y acabo el día. Los frescores de la noche dejaron la sensación de que cualquier día de estos, un pelotazo traicionero o un cohete maldito, acabarán provocando una tragedia muy seria. Lo grave del caso es que los que se manifiestan, sólo piden que les paguen lo que es suyo y lo que honradamente se han ganado trabajando. Y que los que se les colocan en frente, detrás de los escudos, también defienden el pan de sus hijos a base de cumplir órdenes. A un lado y al otro, el problema real está varios peldaños más arriba. Aunque las consecuencias se paguen más abajo. Así ha sido siempre...