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cuidados en la encrucijadaEntre la familia y los servicios

Media vida cuidando a familiares enfermos

«Tener una ayuda es bueno, pero no cambia el cuidado»

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León

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Marisa Otero, de 54 años, lleva media vida dedicada al cuidado de personas dependientes en Senra, un pueblo de Omaña, a 68 kilómetros de León, que pertenece al municipio de Murias de Paredes. No hay una residencia de ancianos en muchos kilómetros a la redonda, pero tampoco la han buscado. «Nunca nos planteamos llevarlo, ya le estábamos cuidando antes de que saliera la ley y las ayudas», alega.

Su caso muestra que las circunstancias familiares, las costumbres y la situación personal determina la elección de los cuidados en el entorno familiar. «Tenemos la suerte de trabajar en casa y podemos adaptarnos», aclara esta mujer que cotiza en la Seguridad Social como ganadera, igual que su marido. «La ley de la dependencia está bien, pero no vivimos de ello. Hemos tenido que pagar todas las ayudas mecánicas, como la grúa, que ya no usamos cuestan dinero y sólo pagan sillas de ruedas», explica.

Cuando Marisa tenía 27 años y sólo había nacido su hijo mayor cayó enferma la suegra y se convirtió en su cuidadora permanente durante doce años. La madre de su marido tenía medio cuerpo paralizado a causa de un ictus cerebral. Las dos niñas, ahora ya mayores, llegaron mientras compatilizaba la labor de cuidadora y el trabajo en la explotación ganadera familiar junto a su marido.

Después cayó enfermo el tío de su marido. Conrado González Álvarez tiene 84 años y padece parkinson. Desde hace seis precisa ayuda permanente a raíz de una caida y ya han pasado tres desde que está encamado permanentemente. Es un gran dependiente.

«Cuando salió la ley de la dependencia no pensábamos que iba a durar mucho tiempo y no solicitamos nada, pero a raíz de estar ingresado en el hospital, nos decidimos», explica.

Desde hace un año percibe una ayuda de 460 euros por atender al hombre, a quien tiene que mover para evitar que sufra úlceras en el cuerpo, de día cada dos horas y de noche cada tres y así «poder dormir un poco». Las comidas son casi líquidas, pero la enfermedad no le ha quitado el gusto: «le encanta el flan y el chocolate». Y sonríe cuando vienen a casa los sobrinos nietos: «Yo también mejoro con ellos», certifica la madre, que también vive en la casa de Senra.

Marisa Otero asistirá en Murias de Paredes al curso que imparten los servicios sociales de la Diputación para cuidadores familiares. Todo lo que sabe lo ha aprendido por la experiencia y las necesidades, pero «seguro que aprendo algo», afirma. Como concejala del PP por Murias, observa que las personas mayores aguantan en el municipio «mientras vive el matrimonio, después se van».