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«Resistimos como podemos»

En Andarraso, a 9 kilómetros de Riello, quedan siete casas abiertas

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León

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Andarraso, conocido como el pueblo de los solteros, mantiene abiertas siete casas. La de Eulogio Porras, 74 años, es una de las que resiste al cierre de pueblos durante el largo invierno leonés. «Quedamos pocos, pero resistimos como podemos», señala este hombre que nunca marchó del pueblo: «Aquí me crié y aquí vivo».

Apenas nueve kilómetros separan Andarraso de la cabecera del municipio, Riello, en el corazón de la comarca de Omaña una de las más castigadas por la despoblación rural en León. «Tenemos buena carretera pero en invierno, cuando cría hielo, no pasa ni el gato», apostilla Porras. La máquina quitanieves llega pronto, pero el hielo no hay quien lo quite.

El resto del tiempo se arreglan bien para salir de Andarraso. Quien no tiene coche tiene un amigo para bajar a Riello cuando hay necesidad, sobre todo para acudir al médico que pasa consulta en la capital municipal los lunes, miércoles y viernes. «Si hay necesidad viene aquí», aclara Eulogio.

La población oficial de Andarraso, doce habitantes, se ha redudico a la mitad de que lo habitaba censalmente hace una década. El pueblo, víctima de la «miseria cabrona», como dice Eulogio sin tapujos, retrata a la perfección los efectos de la diáspora rural ocurrida durante el siglo XX.

Tiene una masculinización del 90%, el 80% tienen más de 60 años y no se acuerda nadie de la última vez que hubo un nacimiento. En este pueblo termina la carretera y sólo de vez en cuando se avista algún forastero «a oler».

El invierno se hace largo para quienes la jubilación ha mermado la faena. Sólo dos personas permanecen en activo en el pueblo. Atizar la lumbre, hacer un caldo y ver la televisión, cuando se encuentra la señal, son todas las ocupaciones de Eulogio Porras en este tiempo.

Si hasta ahora la televisión había sido su compañía para las largas noches de invierno, con el cambio digital «nos partieron, no vemos ni el 50%», se queja el hombre. «Lo que nos interesa es que nos arreglen la tele. No sé lo que vamos a hacer, no sé lo que vamos a ver... ¿Volver a la vida antigua, cuando no se veía la tele?», pregunta a la nada. La vuelta al pasado no es algo que le motive: «Antes había gente, nos juntábamos y hablábamos al lado de la lumbre...».

La matanza, que antaño era un entretenimento, ya no existe. «Compro un gocho, pero ya no lo cebo y lo traigo sacrificado porque casi no se pueden matar en casa. Igual te meten gocho y medio de multa», lamenta. En primavera cambia su horizonte de quietud y soledad: «Siembro una cortina para lechugas, patatinas, judías verdes... lo que hace falta en una casa», cuenta Eulogio.