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p. de las heras | madrid
León

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El protagonismo del vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, no sólo causa desconcierto en las filas de la oposición. También en la dirección del PSOE siguen con recelo, en unos casos, y con cierta esperanza, en otros, los pasos del brillante y astuto político. Nadie sabe a qué atenerse, porque el empeño de José Luis Rodríguez Zapatero por no desvelar sus intenciones ha creado una suerte de nebulosa incómoda que mantiene a afines y detractores del supuesto delfín in albis , pero en estado de alerta.

Intentos. «No sabemos si es que están preparando el relevo o si la omnipresencia de Alfredo obedece a un intento de preservar la imagen del presidente para que no sufra más desgaste», admite un confuso miembro de la ejecutiva federal socialista que, en todo caso, fía hasta después de las elecciones municipales y autonómicas de mayo cualquier anuncio al respecto. Se mueve en la pura ortodoxia, pero no oculta cierto temor.

Cada vez hay más dudas de que el silencio de Zapatero sea positivo. En el PSOE hay quien asegura que ni siquiera el propio Rubalcaba se siente cómodo en esta encrucijada. El vicepresidente asegura que Zapatero no le ha dicho nada y que tampoco él ha querido preguntarle.

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