ETA, obsesión por el magnicidio

«Magnicidio. (Del lat. magnus, grande, y -cidio). Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder». La definición de la Real Academia de la Lengua es la descripción de una obsesión frustrada de ETA durante los últimos 30 años. Una fijación que no ha desaparecido en estas tres décadas a la vista de los planes del último comando desarticulado, el Otazua, que tenía órdenes de asesinar con un rifle al lendakari Patxi López.

Sin embargo, la mala suerte, la improvisación o el trabajo de las fuerzas de seguridad han frustrados todos y cada uno de casi una veintena de intentos. Todos, salvo uno: el primero. El asesinato el 20 de diciembre de 1973 del entonces presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco con una potente bomba. Aquel primer magnicidio exitoso animó a ETA a volver a intentarlo.

Una de sus mayores obsesiones frustradas ha sido la del rey. Quizás el crimen de Estado que más cerca estuvo de ejecutar. Fue en agosto de 1995. Los terroristas en dos ocasiones tuvieron a tiro al monarca. Iban a disparar con un rifle de precisión desde un piso en el puerto pero no llegaron a disparar porque vieron dificultades en el plan de fuga de la isla. Pero no fue la única vez, ETA ha intentado atentar contra el rey pero no lo ha logrado nunca.

Otra gran obsesión ha sido José María Aznar. ETA, en este caso, sí que llegó a ejecutar el atentado. El blindaje de su vehículo salvó la vida al entonces jefe de la oposición en 1995. Pero no fue el único intento y también fracasó siempre.

Contra Adolfo Suárez ETA lanzó en 1980 una granada contra el helipuerto de La Moncloa, pero el entonces presidente no estará cerca. Y también lo intentó en una gira que hizo por Sudamérica. Manuel Fraga estuvo en un par de ocasiones cerca de caer a manos de ETA pero la banda tampoco lo logró.

Y también fracaso en sus intentos por atentar contra responsables de seguridad como Alfredo Pérez Rubalcaba, Luis Roldán o Juan María Atutxa.