Diario de León

El confesionario de Bono

Los principales líderes del PSOE, Zapatero incluido, han pasado en los últimos días por el despacho del presidente del Congreso para conversar de no se sabe qué

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ramón gorriarán | madrid
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Para unos es el confesionario; para otros, el diván; y hay quien habla del photocall. El caso es que el despacho de José Bono en el Congreso está en las últimas semanas más concurrido que el camarote de los hermanos Marx. Quizá la costumbre venga de antiguo y haya pasado desapercibida hasta ahora, pero el «Zapatero sí, Zapatero no» que reconcome a los socialistas en los últimos tiempos ha otorgado a las visitas de altos cargos del Gobierno a las dependencias del presidente de la cámara una trascendencia anormal.

Las charlas son como citas para el dentista, tienen fecha, los miércoles, y hora, después de la sesión de control al Ejecutivo en el Congreso. Bono recibe en su despacho y después hay foto. Tras la instantánea, el ex presidente de Castilla-La Mancha aprovecha para hacer juegos de palabras más o menos ingeniosos acerca de lo conversado entre las cuatro paredes de su espacioso bufete. El visitante, a su lado, permanece mudo.

Esta escenografía se ha repetido, con alguna variante, desde que el propio Zapatero abriera la procesión el 16 de febrero. El presidente hizo una segunda visita al confesionario de Bono 15 días después. Era un 3 de marzo y la caldera del debate sucesorio en el PSOE estaba en pleno borboteo. Bono alimentó las conjeturas socialistas con una frase con pretensiones de enigmática. «Si se lo imaginan, acertarán», dijo como respuesta a las preguntas sobre de qué había hablado con Zapatero durante hora y media. El presidente del Gobierno guardó silencio.

El segundo visitante fue el favorito para el relevo, Alfredo Pérez Rubalcaba. El día 23, apenas repuesto de la infección urinaria que le mandó al hospital, el vicepresidente acudió a la cita con el presidente del Congreso. La excusa fue que era el cumpleaños del responsable de prensa de Bono, al que Rubalcaba quería felicitar para sorpresa supina del periodista. Esta vez el presidente de la cámara no dio explicaciones sobre lo tratado durante tres cuartos de hora y justificó la charla en su despacho porque es «un sitio muy tranquilo para hablar». El vicepresidente primero no abrió la boca.

El tercero fue José Blanco ayer mismo, pese a que no fuera miércoles aunque sí hubo sesión de control al Gobierno. Según el presidente de la cámara, tomó un café con el vicesecretario general del PSOE y ministro de Fomento, y dieron un repaso de una hora a la reunión del Comité Federal socialista del sábado, una cita que despierta grandes expectativas, así como a las elecciones del 22 de mayo. Bono, esta vez más explícito, comentó que vio a Blanco «en forma desde el punto de vista partidario», un comentario no menor si se tiene en cuenta que el número dos del partido es el muñidor de la -˜operación Rubalcaba-™. También apuntó que Zapatero es un «fijo en la quiniela», pero en qué quiniela. El ministro no dijo nada. De esta forma, sólo falta por pasar por el consultorio Bono la ministra de Defensa, Carme Chacón, sucesora suya en esa cartera, presunta aspirante a la sucesión y con la que no tiene la mejor de las relaciones, al decir de muchos socialistas.

¿Por qué hace Bono esto? ¿Por qué se prestan a ello nada menos que Zapatero, Rubalcaba y Blanco? Son dos preguntas recurrentes entre los diputados socialistas que recibieron con un «¡otra vez!» la noticia del encuentro entre el presidente del Congreso y el vicesecretario general del PSOE. La mayoría encoge el cuello y levanta los hombros; otros poco amigos del anfitrión dicen que son «los enredos de Pepe».

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